Con el fin de dar cumplimiento al mandato del Papa, Fernando Calvetos le pidió a Eugenio IV que trasladase el obispado de Rubicón a Gran Canaria en 1435. A la par, los Reyes Católicos evocaron su deseo de que se construyera la Catedral de Santa Ana. En el año 1487 se planteó el proyecto de construcción de una iglesia catedral en la isla de Gran Canaria, cuyas obras comenzaron hacia 1497, pero esta primera fase de construcción duró tan solo hasta 1570 cuando se paralizó por falta de fondos.
Hubo que esperar hasta 1776, con la llegada del arquitecto y dibujante tinerfeño, Diego Nicolás Eduardo, que tomó posesión de la plaza de racionero en la Catedral de Santa Ana para que empezara la segunda fase de la construcción en 1781, que hoy todavía perdura. Eso sí, la larguísima historia de la construcción de la Catedral hace que en ella se solapen distintos estilos arquitectónicos como el gótico tardío, el neoclásico y el renacentista.