Once restaurantes en París para comer rico sin quedarte en la ruina

Paris es caro. Punto. No hay debate ahí. Pero eso no le quita lo maravilloso. Mientras se pasea y descubre todo eso que tiene por ofrecer, hay veces que se prefiere invertir más en museos, espectáculos y algunas compritas, que en restaurantes carísimos. Pero hay que comer, así que aquí preparamos una lista de once restaurantes deliciosos –seis de ellos de comida francesa– en distintas zonas de la ciudad, donde se puede tener un buen festín sin dejar exhausta la cartera.

Originalmente este restaurante se dedicaba a rendir homenaje a la comida vasca francesa –no tan distinta a la vasca española– con precios accesibles y platillos abundantes. Ahora se han transformado un poco, y ya es posible encontrar los platillos franceses más típicos en su menú. Sin embargo, sus especialidades son un pato confitado de rechupete y el escalope de ternera a la montañesa, que es enorme y deliciosísimo.

Hay tres locales en distintas partes de París, pero nuestro favorito es el de Saint-Germain, que se mantiene más local, un poquito menos turístico.

Este también es un restaurante con más de una sucursal, pero nuestra favorita es la que está a dos pasos de la plaza de la Bastilla, emblemática de la ciudad. No es el restaurante más barato del mundo, pero es un punto medio entre la alta gastronomía y poder comer en el resto del viaje. Sus platillos son cuidados, exquisitos y bien balanceados. El lugar es precioso, muy coquette, y sus cocteles son francamente deliciosos. Es un excelente lugar para ir antes o después de un espectáculo en la Opera Bastille, o de haber paseado por el este de París.

En el corazón de París, en el callejón donde se encuentra el restaurante más antiguo de toda la ciudad, esta Brasserie ofrece platillos típicos franceses en un entorno amable, relajado y guay. Es muy bueno para irse a tomar un trago en su terraza cuando hace buen tiempo, o para sentarse a darse un festín de clásicos, como una carne tártara o una sopa de cebolla (aunque ojo con la temporada, que muchas veces si no hace frío no la sirven). Una de las ofertas particulares que ofrecen son platillos para compartir, que son porciones grandes de pescado, carne o pollo. Aunque también hay opciones vegetarianas (para una sola persona) que, sinceramente, están deliciosas. Con vajilla extravagante y alegre, aquí se come muy bien y sin pretensiones

Este es un clásico que destaca por sus inigualables precios y entorno extremadamente parisino. La historia de este lugar va entremezclada con la del país: empezó en 1832, cuando la familia Pharamond, que llegó de Normandía –al norte de Francia–, se instaló en la capital para “enseñarles a los parisinos las tripas a la moda de Caen”. Desde el inicio tuvo un éxito rotundo y se volvió parte de la cultura local y extranjera, con apariciones en películas y novelas. Para la Exposición Universal de 1900 lo remodelaron esplendorosamente, y ahora se mantiene casi como un museo de la época dorada de esta emocionante ciudad. Su menú ofrece los emblemas gastronómicos franceses, y se mantienen las tripas a la moda de Caen, por supuesto.

Entre Normandía y Bretaña, dos regiones del norte de Francia, hay una gran disputa sobre el origen de la crepa, que ya es un emblema en todo el país. En París se desentienden un poco de su debate, pero le han dedicado una calle de Montparnasse a puros restaurantes de esta simple delicia. Dulces o saladas (si no son de postre se llaman galettes), son una super opción para recompensar al cuerpo después de haber caminado por las calles de París. Nuestra crepería favorita es esta, La creperie Bretonna, con excelente servicio, una carta amplia y con excelentes opciones y buenos precios.

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Alejado de los lugares más turísticos de París, pero en la esquina de uno de los parques más bonitos de París, este restaurante es una opción muy local y tranquila para comer en la capital francesa. Montsouris es uno de los cuatro parques mandados a hacer durante la remodelación que Napoleón II le hizo a París, y en su extremo suroeste está este Chalet, que ofrece unas deliciosas hamburguesas (difíciles de encontrar en esta ciudad, por cierto) y buenas pintas, por precios razonables.

En el corazón de Le Marais, en el barrio judío, este restaurante tiene los mejores falafels de París. La mayoría de la gente suele ir al restaurante de enfrente, que se volvió muy famoso en las redes sociales, pero después de un estudio profundo (y delicioso) concluímos que Mi-Va-Mi es mejor, y nunca tiene tanta fila.

Si el tiempo está bueno, lo mejor es pedir para llevar (que sale más barato) y dirigirte con pita y patatas fritas al borde del sena o a uno de los parques que están cerca y hacer un picnic.

La sucursal que más nos gusta de Miznon está enfrente del canal de Saint Martin, en una de las zonas más cool de París. Aquí se comen pitas con rellenos poco tradicionales. Uno de los favoritos es el de boeuf bourgignon, que sale sin parar de la cocina abierta hacia las mesas. Las entradas también son muy buenas, con un hummus delicioso y una coliflor rostizada que hará reconsiderar a quienes les disgustan los vegetales. Las cervezas también son buenas, y el ambiente invita a tomarse una o dos.

En el sureste de París, este sigue siendo un secreto muy bien guardado. A una cuadra y media de la Place d’Italie, Station Krishna tiene comida india que debería de haberse ganado ya muchas estrellas Michelin. Sin ninguna pretensión, ofrecen comida tanto del norte (la más conocida) como del sur de la India. En las opciones vegetarianas (que son muchas y exquisitas) puedes escoger dos platillos distintos y así degustar más sabores. Nuestro favorito es el Baigan Bartha, hecho de berenjena.

Un consejo: la aplicación The Fork ofrece muy buenos descuentos al reservar en este restaurante a través de su plataforma.

La calle de Sainte-Anne, a unos cuantos pasos de la Ópera Garnier de París, es un desfile de gastronomía japonesa. En Higuma encontrarás excelentes opciones de restaurantes, pero uno que nunca falla es Higuma. Tiene una carta muy extensa, pero te recomendamos el menú que incluye gyozas y ramen, que te dejarán con muy poco espacio para un helado de matcha de postre.

En este restaurante se sirve deliciosa comida china, y sobre todo, extraordinarios fideos. Su nombre hace alusión a lo picantes que pueden ser sus caldos, los cuales se piden de acuerdo al nivel de picor que se tolere, siendo el cinco el máximo. Advertencia: prácticamente nadie (ni siquiera mexicanos) logra pasar del segundo. El menú tiene bastantes opciones –aunque vegetarianas solo dos–, así que tendrás de donde escoger.