Con unos densos dominios que se extienden a lo largo del mar Rojo y el golfo Pérsico, Arabia Saudita es de lejos el país más grande del conjunto de la península arábiga. Sus gigantescos desiertos que se pierden en el horizonte son equivalentes casi a cuatro veces la superficie de un país como Francia. Pero a pesar de ello, la mayor parte de su territorio se ve ocupado por la arena y las dunas del extremo Rub al-Jali, en donde la presencia humana es prácticamente inexistente, ya que se trata del paraje con mayor cantidad de arena poblando sus dominios de forma ininterrumpida. Al oeste de este árido territorio, tan solo la cadena montañosa de Asir parece cambiar un panorama en el que la diversidad se haya en los diferentes tamaños y formas de las dunas. El Parque Nacional de Asir es muy popular entre los ciudadanos saudíes en busca de un ambiente más fresco imposible de encontrar en las grandes ciudades y zonas desérticas del país. No obstante, a pesar de la falta de vegetación y temperaturas extremas en determinadas zonas, el Reino de Arabia Saudita atesora increíbles monumentos que nada tienen que envidiar a otras grandes atracciones de Oriente Medio, como el complejo monumental de Petra en Jordania.
Así pues, este territorio dominado por el desierto alberga un buen puñado de majestuosos lugares que ni mucho menos pasaran inadvertidos ante los ojos de los viajeros. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en las antiguas tumbas nabateas de Najran o Jubbah. Pero el enclave arqueológico de corte nabateo más destacado de Arabia Saudita se encuentra en Mada'in Saleh. Cierto que su espectacularidad no es comparable a la de Petra, pero sus tumbas se encuentran en un estado de conservación realmente formidable, y al mismo tiempo el lugar se encuentra bastante despoblado de turistas. Y es que a pesar de su rico patrimonio, este no es un país que se haya abierto demasiado al turismo, lo cual es una verdadera lástima.
Al oeste del Reino de Arabia Saudita, la cadena montañosa de Asir, que desciende a lo largo del mar Rojo, llega a alcanzar en su punto álgido, el Jabal Sawda, nada menos que 3.000 metros de altitud. Aquí, la fauna no se reduce a manadas de dromedarios, sino que en sus dominios pueden apreciarse exóticas especies como gacelas, algunos leopardos e incluso monos babuinos. Una gran parte de la región de Asir ostenta el estatus de Parque Nacional. La ciudad de Abha es el punto de partida ideal para realizar una excursión por este espacio protegido. A unos 60 kilómetros de este lugar se encuentran las famosas ruinas de la ciudad de Habella, la cual está pegada a uno de los flancos de la montaña, y en la que pueden apreciarse elementos de diferentes civilizaciones y periodos históricos. Tampoco puede faltar en la hija de ruta del viajero las visitas de la fortaleza de Najran, cuya construcción se llevó a cabo antes de la llegada del Islam; y al norte, en las cercanías de Jubbah, las imponentes pinturas rupestres realizadas hace más de 5.000 años por los pobladores de la zona.
Arabia Saudita es un destino que aúna desierto, mar y montaña. Y es que no hay que olvidarse que la costa oeste del país musulmán está bañada por las aguas del mar Rojo. Los amantes del submarinismo encontrarán en éste un excelente lugar en el que explorar sus ricos fondos marinos plagados de diferentes tipos de flora y fauna, siendo considerado como uno de los mejores spots en el mundo para la práctica de este tipo de deportes. A pesar de la tendencia general de asociar el mar Rojo con destinos como Egipto, Jordania o Israel, lo cierto es que Arabia Saudita es el país que mayor litoral tiene sobre él. De hecho cuenta con un paradisiaco archipiélago conocido con el nombre de Islas Farasan. Este está formado por más de 80 islas e islotes situados a una cuarentena de kilómetros a lo largo de la ciudad saudí de Jizan, en el extremo sudoeste de Arabia Saudí. Entre las diferentes especies de fauna marina que pueblan sus aguas, se encuentra el dugongo, una especie mamífera de gran tamaño y curiosas formas perteneciente a la familia de los manatíes o vacas marinas.
En este interminable desierto de arena se puede apreciar la presencia de algunas ciudades ultramodernas que han ido emergiendo en las cercanías de los oasis y zonas con vegetación. Oasis urbano en mitad del desierto, la capital del reino, Riad, es un destino cuyo turismo extranjero está compuesto principalmente por ejecutivos y hombres de negocios. Cabe destacar que las ciudades de La Meca y Medina están desgraciadamente reservadas a los practicantes del Islam. Para poder contemplar su patrimonio y contemplar la famosa Kaaba, ubicada en el interior de la Gran Mezquita de la Meca, que cuenta desde el año 2010 con una de las construcciones más elevadas del planeta: la Makkah Clock Royal Tower, la cual culmina a una altura de nada menos que 601 metros.
Si cuentas con el tiempo suficiente te aconsejamos visitar la ciudad de Yeda, la más agradable de las urbes saudíes, la cual cuenta con mil lugares de interés lejos de la jungla de rascacielos de Riad. Bordeando la costa oriental del mar rojo, la antigua Yeda (casco histórico), incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 2014, todavía conserva algunas de las antiguas casas-torre cuya construcción, realizada en coral, se remonta al siglo XVIII. Además, la ciudad puede presumir de contar con algunos de los zocos más interesantes del país.
A parte de las joyas beduinas de plata y los tejidos no hay variedad en la artesanía local. Los souks de Khamis Muchayt y de Najran son de los más interesantes, pero hay que indagar. Al igual que los bancos, las tiendas están abiertas de 08:00 a 13:00 de sábado a miércoles. Algunas abren por la tarde entre 16:00 y 17:00.
La gastronomía probablemente no sea el aspecto que más echará de menos el viajero una vez fuera de las fronteras del Reino de Arabia Saudita. La comida principal, la del medio día, suele repetir día tras día los mismos platos e ingredientes: pollo asado, brochetas de cordero, falafeles (bolitas echas con garbanzos fritos), sopas y ensaladas. No obstante, en el apartado de postres y dulces, los más golosos se sentirán muy pero que muy cómodos. Todas las grandes ciudades cuentan con restaurantes internacionales, especialmente chinos y tailandeses. Yeda es un poco la excepción con sus buenos restaurantes de pescado situados bordeando la carretera de la cornisa. La importación y el consumo de alcohol están estrictamente prohibidos, como también sucede con la carne o cualquier derivado del cerdo.
El café, que se bebe negro y bastante fuerte, está muy presente en el día a día de los saudíes como también sucede con el té. Durante tu viaje tendrás la ocasión de probar algunas de las especialidades culinarias de los beduinos, como la carne y la leche de camello. La gastronomía turca, libanesa e israelí tiene una fuerte influencia en la cocina local. Entre los platos más destacados se encuentra el kebsa, preparado a base de carne y arroz, que no debe confundirse con la kabsa, plato elaborado a base de arroz aromatizado o especiado que también es acompañado con carne. Las fl medames (pastas hechas a base de habas) o los tradicionales shawarma también gozan de un gran protagonismo. Como anécdota, sabed que Arabia Saudí es el primer consumidor de carne de pollo del mundo.
La tradición y la cultura saudita está fuertemente marcada por la religión musulmana. Monarquía absoluta islámica, Arabia Saudita atesora en sus dominios las dos principales ciudades sagradas del Islam: La Meca y Medina. El comportamiento de la gente, la forma de vestir y la alimentación, entre otras cosas, están ligados y condicionados a la aplicación de la sharia o ley islámica. Las mujeres llevan el velo niqab, mientras que los hombres portan en sus cabezas el tradicional Kufiyya árabe. Desde el siglo XVIII, el desarrollo del fundamentalismo wahabita ha estancado desgraciadamente el desarrollo artístico en múltiples disciplinas al ser juzgado incompatible con los valores del islam. La tradición o corriente islámica sunita, la más mayoritaria en Arabia Saudita, prohíbe la representación de ciertos personajes, por lo que las artes visuales también son bastante limitadas. Entre lo poco permitido destaca la caligrafía árabe, la cual se impone como toda una disciplina artística. Limitada por la censura, la literatura árabe apenas es conocida fuera de sus fronteras, aunque por el contrario el país cuenta con una fuerte tradición poética. La cetrería o caza con halcones y las carreras de dromedarios son dos de los deportes más populares en Arabia Saudita.
A pesar del interés que presenta la visita de un país tan hermético y, por consiguiente, misterioso, no subestimes el peso de las estrictas leyes coránicas que reinan el país. Por ejemplo, tienes que ir vestido hasta los tobillos, respetar el ayuno de ramadán en público y las mujeres deben cubrirse la cabeza fuera de las grandes ciudades. Antes de ir, es mejor estar seguro de no cometer errores de comportamiento o protocolo, aunque sólo sea por respecto a la población.
¡Mucho cuidado con el calor! Las altas temperaturas caniculares que se dan desde mediados de abril hasta entrado el mes de octubre pueden llegar a superar los 45 grados centígrados. Por otro lado, en invierno, las temperaturas pueden llegar a situarse por debajo de los 15 grados centígrados, especialmente al caer la noche en el desierto. Teniendo en cuenta lo anterior, los dos mejores meses para viajar a Arabia Saudita son noviembre y marzo.
No debes olvidar que Arabia Saudita es un destino que no concede visas a turistas. Así pues, los motivos de un viaje a este país deben ser los siguientes: negocios, realizar un peregrinaje hacia las ciudades santas de La Meca y Medina, o bien ser traído por las autoridades como investigador o científico. Quienes trabajan en el mundo de la arqueología pueden solicitar un permiso especial para investigar en algunos de los vestigios y ruinas nabateas. No obstante, a pesar de su hermetismo, el país ha comenzado a experimentar una muy tímida apertura en los últimos años a fin de potenciar el turismo cultural y arqueológico.
El avión es sin duda el mejor medio de transporte para cubrir las largas distancias que separan unas ciudades de otras. La buena noticia es que a lo largo de todo el país existen una veintena de aeropuertos estratégicamente ubicados, contando además con unas tarifas bastante accesibles. No obstante, en caso de deber o poder desplazaros por carretera, has de saber que la red nacional de autopistas es excelente. En caso de no venir al país para realizar un peregrinaje a las ciudades santas, es mejor evitar viajar por carretera en dicho periodo. Para poder alquilar un coche es necesario ser hombre y tener más de 25 años de edad. Por último, es conveniente saber que todos los lugares públicos y comercios cierran durante los horarios de las cinco oraciones diarias de la fe musulmana.