A pesar de sus pequeñas dimensiones, La República Popular de Benín, antiguamente conocida como Dahomey, fue uno de los reinos más poderosos del continente africano y el más importante del África occidental. La clave de su poderío se basó en una triste actividad: el comercio de esclavos. Millones de personas, principalmente de otras tribus consideradas enemigas, fueron capturados y posteriormente enviados en los barcos negreros hasta Brasil.
Ubicado entre el océano Atlántico, Burkina Faso, Togo y los dos gigantes que son Nigeria y Níger; Benín pone a disposición del viajero sus más de 125 kilómetros de costa salpicada de largas playas de arena fina, así como de pequeños pueblecitos con encanto a orillas de los lagos. Pero además, las ruinas de antiguos reinos, sus reservas animales, costumbres relacionadas con la práctica del vudú, museos y artesanía, invitan a descubrir este casi desconocido en el que el sector turístico comienza poco a poco a despegar.
Así pues, el país atesora un rico patrimonio cultural e histórico que seducirá al viajero. En lo que a naturaleza y paisajes se refiere, su apabullante diversidad de escenarios que van desde sabanas, bosques tropicales, a parques nacionales o grandes zonas húmedas con lagos y lagunas es una delicia para los sentidos. Además, Benín puede presumir de contar con las reservas naturales más hermosa del África francófona. El interior del país se caracteriza por la presencia de una gran llanura que culmina a 200 metros de altitud. En cambio, la sabana y las zonas boscosas son donde están ubicadas las reservas. En la parte noroeste del país está ubicada la cadena montañosa de la Atakora, así como las reservas naturales de Pendjari y la W. Este último lugar permitirá al visitante descubrir numerosas especiales de antílope (antílope caballo, bubale, topi y el Waterbuck, entre otros), monos y primates como el babuino, búfalos, facóqueros, hipopótamos, leones, guepardos, elefantes y más de 280 especies de aves.
Dentro de las reservas, el viajero no puede olvidar contemplar las imponentes cascadas de Tanougou, ubicadas a los pies de la Atakora, las cataratas de Kota y el sitio panorámico de Koussou-Kouangou. Aunque la sede del Gobierno esté en la ciudad de Cotonou, Porto-Novo continua siendo la capital de Benín, una interesante ciudad marcada por su pasado. Si durante tu estancia decides visitar el mercado de Adjara, podréis haceros con un auténtico suvenir en forma de tambor tradicional, una cesta hecha a mano, hermosas piezas de cerámica o diferentes tejidos y vestimentas tradicionales. Otra de las visitas obligadas de la capital beninesa es el Museo de Etnografía de Porto-Novo, que alberga una interesante colección de objetos de los yorubas. En el plano histórico y cultural, recomendamos al viajero la visita de Ouidah. Esta ciudad cuenta con un muy interesante y completo Museo de Historia, así como otros museos y templos, el parque apodado ?el Bosque Sagrado? y la Ruta de los Esclavos. Esta última es la misma que recorrían los esclavos antes de ser llevados a las embarcaciones negreras. Su itinerario se compone de unos 4 kilómetros, a lo largo de los cuales el visitante podrá contemplar todo tipo de estatúas y fetiches, así como algunas aldeas.
Abomey es la antigua capital del reino de Dahomey. No dejes pasar la oportunidad de visitar los Palaicios Reales de la ciudad y su Museo, en el que se muestran objetos ligados con la cultura vudú, la vida tradicional beninesa y otros objetos de origen portugués. Natitingou es el punto de partida de las excursiones que se realizan a al Parque Nacional de Pendjari, al norte del país. En este increíble lugar habitan, más de 850 elefantes, 200 búfalos, 1200 hipopótamos, 350 leones y otros animales salvajes. Bokoumbé está situada al noreste del país, justo en la frontera de Togo. Esta ciudad puede presumir de contar con uno de los mercados más coloridos y animados de Benín. Una vez en lugar, el viajero podrá comprar tanto productos frescos como exóticas y raras esculturas auténticas. Abierto sobre el Golfo de Guinea, la costa beninesa se compone de grandes platas de arena fina, cocoteros y lagunas. No obstante, el baño no es una actividad realmente recomendados por las corrientes de agua y ciertos peces peligrosos que habitan en sus aguas.
Horarios comerciales (teóricos): de 09:30 a 13:00 y de 16:00 a 19:00. La gran diversidad de la artesanía vendida en los mercados benineses es un deleite para el visitante. Las máscaras guélédés de Kétou, la cestería, la cerámica, los sillones tallados y las joyas de níquel, cobre, bronce o plata también serán estupendos recuerdos del periplo.
La base de la alimentación beninesa reposa en dos platos: el amiwo y el ablo. El primero consta de una pasta de harina de maíz al cacahuete, que se cuece en una salsa a base de condimentos, tomate y caldo de pollo. Por lo general se acompaña con pollo. El ablo es un pastel de arroz y maíz cocinado al vapor.
El vudú, que tiene su cuna en Benín, es un culto tradicional politeísta que se apoya en la idea de que Dios reside en todos los lugares y cosas del universo. Se traduce en la adoración de múltiples divinidades. De este modo, se rinde culto a Heviosso (dios del trueno), Ogun (dios del hierro y los herreros) y a otras divinidades (o Dan), que procuran felicidad a los hombres, además de ser motivo de festejo.
En Cotonú, debes visitar la zona de Plakodji, el barrio donde están asentados los pla, originarios de Grand Popo, en el ensanche de la laguna, en el extremo de la ciudad.
En Natitingou, en el centro de Saint-Paul, podrás admirar una maravillosa vista de toda la región de Atakora. El abad de la parroquia te podrá indicar el camino, ya que no se trata, en absoluto, de una zona turística.
Si te encuentras en Benín durante el mes de diciembre, no dejes de asistir a las fiestas tradicionales de La Gani, en Nikki, la capital del reino de los bariba, en las que varios jefes de esta etnia confirman su fidelidad al rey de Nikki mediante la entrega de presentes.