Bután es un auténtico santuario aislado que siempre ha limitado su contacto con el mundo exterior a lo largo de su historia. Por este motivo, los expertos consideran la cultura butanesa como una de las mejor conservadas de todo el gran turismo. Y es que en pleno siglo XXI, la entrada de turistas todavía es limitada y controladas por las autoridades locales. El contacto con la modernidad y las nuevas tecnologías es un fenómeno reciente en el país. Para que os hagáis una idea, la televisión llegó a Bután en 1999. En cuanto al idioma, la lengua oficial de Bután es el dzongkha (?la lengua de la fortaleza?), aunque existen varias mezclas y dialectos que combinan influencias de las lenguas tibetanas y birmanas.
El desarrollo de la industria turística en Bután es bastante reciente y está estrictamente controlado. El Gobierno butanés decidió abrir las puertas del reino a los turistas extranjeros en 1974. Lo hizo por motivos económicos (conseguir entrar en el país costaba una autentica fortuna) y para promover su cultura fuera de las fronteras naturales del Himalaya. No obstante, hoy en día la entrada de turistas en el país es bastante limitada. Las autoridades justifican el fuerte control para proteger el patrimonio histórico cultural que podría verse amenazado por el turismo de masas.
El budismo está siempre presente, desde las cumbres nevadas del norte hasta las llanuras subtropicales de la frontera con India. Los monjes conservan un modo de vida ancestral en los magníficos monasterios-fortalezas (dzogns), aunque varios de ellos han comenzado a abrirse a las nuevas tecnologías, pasando sus manuscritos, muchos de ellos centenarios, al ordenador. En cualquier caso, la religión es uno de los pilares sobre los que se apoya la población y la cultura butanesa, existiendo una gran cantidad de lugares sagrados de gran interés turístico como el espectacular monasterio de Taktshang, que parece colgar de las mismas montañas, o el pequeño lago Membartsho, que según los fieles, es capaz de realizar milagros.
Bután también es conocido por la gran felicidad de sus habitantes, que según explican varios estudios, se encuentran entre los ciudadanos más felices del mundo. De hecho, Bután cuenta con una variable o índice que mide el nivel de felicidad ?bruta? de los butaneses y que fue creada por el mismo rey en 1972, y tomada muy en serio por las autoridades políticas, que en los últimos años deben hacer frente a otro tipo de problemas crecientes como el desempleo, especialmente juvenil, y el endeudamiento de sus habitantes.
Con una población de aproximadamente 80.000 habitantes, Thimphou, la capital del Reino de Bután, presenta una apariencia bastante diferente a la de las grandes urbes del continente asiático. En ella no existen prácticamente los semáforos, ni muchos símbolos y construcciones contemporáneas y occidentales. De hecho, la modernización de la arquitectura de la ciudad es constante pero lenta, tratando de mantener el equilibrio de lo nuevo con lo tradicional. No hay grandes edificios y la urbe parece extenderse sobre los flancos de las verdes colinas que la rodean. La imponente fortaleza de Trashi Chhoe Dzong, remodelada en los años 1960, es el símbolo de la ciudad. Los fines de semana se celebra un coloirdo mercadillo tradicional en el que los visitantes podrán encontrar todo tipo de interesantes productos artesanales.
Además de la capital, la ciudad de Paro, en la región de Bumthansg; o la localidad de Laya, ubicada en el noroeste del país a una altitud de más de 3700 metros, y poblada por aproximadamente un centenar de habitantes, dada su peculiar ubicación, debiéndose acceder a la misma a pie. Las mujeres de esta zona suelen llevar pequeños gorros de bambú con forma de cono de un diseño bastante particular.
El senderismo por el Himalaya es una de las actividades más populares y por lo tanto propuestas a los turistas. Perderse por los senderos de la cordillera más grande del mundo permitirá al viajero disfrutar de los múltiples atractivos naturales de esta región salpicada de lagos y riachuelos, y poblada por exóticas especies animales como takínes (el animal nacional), grullas, panteras, monos de vivos colores y una gran variedad de aves, lagartos y serpientes.
Los Tsechus, danzas y ceremonias religiosas, ocupan un lugar privilegiado en el día a día de sus habitantes. Además de estas festividades sagradas, Bután también cuenta con otro tipo de festejos populares, como el Festival de las grullas de cuello negro, en el que los niños se disfrazan para celebrar la vuelta tras el invierno de este exótico animal del que solo quedan algunos ejemplares.
La artesanía es muy laboriosa pero cara por su escasez. Sin embargo, si pretendes invertir en decoración interior, es el lugar. La delicadeza de la producción butanesa alcanza la perfección en telas de algodón, lana o seda salvaje. Entre otras cosas, puedes traerte thangkas, estandartes religiosos pintados, o cinturones. En los mercados puedes comprar a buen precio cestas, recipientes y otros objetos cotidianos en madera de bambú o de mimbre; las telas y las joyas sólo puedes encontrarlas en las tiendas de Timbu. En Timbu, las tiendas cierran los martes y abren el resto de la semana, en general de 07:00 a 18:00.
Las guindillas, y el picante en general, son el ingrediente predominante en la cocina butanesa: en ensalada o utilizado como condimento, también es el ingrediente principal en el ema datse (enormes y verdes brotes de chile bañados en una salsa de queso), plato nacional. Tranquilos, el arroz que acompaña a casi todas las comidas y la salsa de queso te ayudarán a sofocar el fuego. Otro importante elemento de la alimentación butanesa: la carne de yak y de cerdo, a menudo cocinada en salsa. La carne se seca previamente o sólo se sirve la grasa. La gastronomía de Bután también incluye platos y elementos de las cocinas de otros territorios vecinos como Nepal y Tíbet, como los raiolis momos o la sopa de fideos y pollo llamada thukpa.
La bebida nacional de Bután es el té. Como se suele hacer en el Himalaya, se añade sal y mantequilla. También se puede preparar el té al estilo indio, muy azucarado y con leche. Pero en el Este y en el centro de Bután, el ara, un alcohol de 20°, se lleva la palma.
El teatro es una de las actividades culturales más célebres y con mayor tradición del Reino de Bután, presente en forma de varios festivales y ritos religiosos. En año nuevo, los butaneses decoran llamativamente sus casas y organizan torneos de tiro con arco, el deporte nacional de este pequeño país del Himalaya. Durante el mes de febrero se celebra el Festival Nómada, una enorme y animada feria turística en la que los comerciantes locales exponen sus productos y mercancías típicas como sombreros y vestimentas tradicionales o queso de leche de yak. Otros populares festivales de Bután que giran entorno al folclore, las danzas y trajes tradicionales y la religión la son el Tsechu de la ciudad de Paro, que se celebra en abril; el Tsechu de Haa, en septiembre; y el Jampey Lhakhang Drup que tiene lugar en el mes de octubre.
En Bután hay que llevar ropa discreta, y sobre todo se ruega discreción si se participa en fiestas religiosas. En especial, no se puede ni fumar ni comer ni hablar demasiado fuerte. Se suele dar un pequeño donativo cuando se visita un templo o un monasterio. Si una familia te invita a comer, es costumbre retirarse cuando se termina el último plato. También puede pasar que ellos se vayan durante la comida o que se pongan a mirarte mientras comes.
Para llegar al Reino de Bután en transporte aéreo, es necesario volar desde o tomar un vuelo que realice en la India, Bangladesh, Nepal y Tailandia, mientras que el acceso por carretera solo es posible desde la India. La frontera con China permanece cerrada.
En la medida de lo posible, intenta que tu viaje a Bután coincida con alguna de las festividades tradicionales que se desarrollan en los dzongs en primavera y en otoño. En Bután, las tradiciones, las costumbres, la arquitectura y la mayoría de las manifestaciones culturales están relacionadas con el budismo. Antes de ir, es aconsejable adquirir algunos conocimientos básicos sobre historia, prácicas y ritos de esta religión.
Vigilante y fuertemente interesado en el mantenimiento de su cultura, el Reino de Bután es uno de los destinos turísticos más controlados del mundo. Los viajeros que quieran adentrarse en el país deberán pasar obligatoriamente por alguna de las agencias especializadas, siendo esta la única manera de obtener el visado. La entrada al país normalmente se realiza desde el sudeste, en los distritos de Pemagatshel y Samdrupjongkhar.
Aunque la infraestructura turística sea bastante simple y muy poco lujosa, viajar a Bután es una posibilidad que no todos los viajeros pueden permitirse por el alto coste de las tasas que el Gobierno impone a los turistas extranjeros, situada entre 165 y 200 dólares diarios por persona.
En cuanto a la meteorología, la primavera y el otoño son los dos mejores periodos del año para viajar a Bután. Evitad viajar durante la época del monzón, de junio a septiembre, y en invierno si habéis programado algún trek por las montañas.