De la megalópolis de Shanghái a Nankin (o Nanjing), capital de la provincia de Jiangsu, se descubre una China del siglo XXI. Shanghái, con 20 millones de habitantes, ha pasado de 300 rascacielos en 1996 a 3.000 en la actualidad y se ha convertido en la vitrina del éxito económico de China que quedó patente en la exitosa exposición universal de 2010. El Bund, una inmensa avenida-muelle-paseo que bordea el río Yangzi por donde navegan miles de gabarras, bordea bancos y antiguas concesiones extranjeras de 1930. En el norte de Shanghái se pueden descubrir las riquezas de la provincia de Jiangsu como Suzhou y sus canales que Marco Polo bautizó como la "Venecia china", Nankin y su montaña Púrpura o el lago Taihu en Wuxi, otra "Venecia china" que no hay que tardar en visitar, antes de que la modernidad desenfrenada se lo lleve todo a su paso.
La París de Oriente, el paraíso de las compras, los nombres que recibe Shanghái dejan patente la importancia de esta megalópolis que no tiene nada que envidiar a Nueva York, Dubái, Londres u Hong Kong. Hay miles de posibilidades para llevarse de recuerdo consigo: tejidos de seda, rodillos de pintura de seda, objetos o sellos esculpidos en piedra tierna, porcelanas, antigüedades verdaderas o falsas, material de caligrafía, cometas, confitería, etc. Shanghái está llena de tiendas y boutiques de todo tipo que abren cada día de la semana hasta las 22:00 h. Nanjung es la calle comercial más famosa y Huaihai, la más elegante donde se encuentran las grandes marcas como Kenzo, Boss y Gucci. La calle de Sichuan es muy conocida por sus productos a buen precio. Tíbet es muy turística, ideal para comprar los recuerdos de las vacaciones así como productos gastronómicos. Los amantes de los centros comerciales gigantes podrán visitar el moderno barrio de Hujiahui.
La gran importancia que se le concede a las comidas en China queda patente en una de las maneras de saludar, "paole ma" que significa "¿estás saciado?". Por norma general, la cocina del sur es más especiada que la del norte y ligeramente dulce. Cuando se va a un restaurante, vista la inmensa diversidad de platos y la dificultad de leer los menús, es mejor ir a la cocina y señalar lo que más te apetezca. La cerveza, piju, está por todas partes así como los refrescos, incluida la Coca-Cola. Se recomienda probar los alcoholes fuertes, como el maotai. En toda China se come con palillos (kuaizi significa los rápidos), se bebe té amarillo o rojo y mucha cerveza. La sopa, un caldo ligero, se sirve al final de la comida para facilitar la digestión. A diario se comen muchos tallarines y sobre todo, jiaozis, unos deliciosos raviolis fritos con verduras. No siempre se sirve postre. Los restaurantes locales cierran a las 20:00 h y los de los grandes hoteles no son los mejores lugares para comer una cocina auténtica, a pesar de las tarifas elevadas. En general, los productos son de calidad y frescos.
Las minorías étnicas del sur tienen muchas tradiciones. Por ejemplo: lanzamiento de numerosos petardos encendidos durante las festividades familiares del día del Año Nuevo para alejar los malos espíritus. El Día de los Muertos, tradición muy extendida, consiste en quemar dinero (billetes de papel) o imágenes que representan bienes de consumo para ayudar a los muertos a pasar una agradable estancia en el más allá. Los paseantes matinales se cruzarán, tanto en el Bund de Shangai como en los parques de Pekín o de Kunming, con personas practicando el tai chi chuan. Los mayores siguen cultivando la pasión por las aves, mimadas en jaulas. Existe todo un pequeño comercio a su alrededor y se organizan concursos de canto durante todo el día. Por todas partes está presente la pasión por el juego, empezando por las partidas de ajedrez chino, de mah-jong o de cartas, disputadas en la misma acera. Las etnias del sur siguen conservando su música e instrumentos tradicionales. En todas las fiestas se tocan instrumentos y se baila. De todos modos, a los jóvenes les encanta el karaoke (la ciudad más pequeña tiene una o varias salas).
Entre los usos y costumbres del país, la población china adora intercambiar tarjetas de visita tras un encuentro. Por lo tanto, puedes utilizar las tuyas. El intercambio se realiza con las dos manos. El apellido siempre va antes que el nombre. El uso de este último se reserva a los más cercanos a la familia. Los chinos envuelven los regalos en papel brillante de color rojo. No es de buena educación abrirlos ante la persona que te lo regala, sino más tarde. Está mal visto deshacerse en halagos. Un consejo: si tienes que hacerle un regalo a un chino, nunca optes por un reloj. La palabra homónima significa "entierro" en cantonés. Asimismo, los objetos cortantes (como los cuchillos) tienen un significado negativo, como la ruptura de una amistad, por ejemplo.
Cuidado en Shanghái cuando jóvenes chinos abordan a los turistas hablando inglés para en un principio conocerlos o practicar la lengua y después les proponen visitar un "salón de té" a unas tarifas desorbitadas (varios miles de yuanes), un salón de masajes o un "bar de chicas". Una vez llegado al lugar aparecen imponentes "gorilas" para obligar al turista a pagar la cuenta, una estafa organizada.