El impresionante número de libros dedicados al Tíbet demuestra la fascinación que ejerce este país y su civilización. Sin embargo, la situación política en la que se encuentra la "Región Autónoma del Tíbet", parte integrante de China, puede quitar las ganas a algunos de llegar hasta aquí. Todo el mundo conoce las destrucciones de templos, los ataques contra los monjes o el amordazamiento del pueblo tibetano que se ha visto abocado al exilio. Por lo tanto, el viajero tiene que decidir si es un destino que le interesa.
El Barkhor, el gran mercado cercano al templo de Jokhang (santuario de Buda), ofrece la mayor variedad de recuerdos y objetos tibetanos. El Barkhor es un circuito de peregrinación plagado de puestos, casas de té y mercaderes ambulantes. Aquí, los peregrinos compran objetos religiosos diversos, estatuas, relicarios, estandartes de plegarias, joyas de ámbar y de plata, botas, palitos de incienso... Hay que regatear sistemáticamente. No olvides que estos objetos no son antigüedades (la exportación está muy controlada), sino que han sido fabricados recientemente en Nepal. En Shigatse, se pueden encontrar algunos objetos tibetanos en el mercado y tapices en la visita a la interesante fábrica. Las tiendas abren de 09:00 a 17:00 toda la semana.
De una agricultura de subsistencia nace una gastronomía extremadamente limitada. La comida diaria se basa en: el tsampa, la harina de cebada cocida al horno, la mantequilla de yak y el té negro, que se vende en paquetes. Los tres ingredientes se mezclan en un bol con sal. De este modo, se obtiene un plato único para la comida. La mezcla que se obtiene es más o menos consistente y la mantequilla rancia se valora mucho. Prueba los momos (buñuelos rellenos de verduras y carne) y los thukpas, fideos de carne. Bebida favorita de los tibetanos: el chang, una especie de cerveza a base de cebada fermentada. En Lhassa, el viajero encontrará numerosos restaurantes chinos, indios, nepalíes u occidentales y podrá pedir un filete de yak, una pizza o una tarta de queso. Alrededor de la mezquita, en el barrio musulmán, numerosos restaurantes sirven carne de cordero y pasta.
Están marcadas por la vida religiosa. Las fiestas son muy numerosas. Los grandes monasterios son lugares de peregrinación incesantes. Un rito ineludible consiste en regalar un khata (una bufanda blanca) a un lama o una estatua. Así como mantequilla de yak para alimentar las lámparas. Algunos tibetanos siguen saludándose sacándose la lengua, una costumbre que se remonta al siglo VII. Las cosas se reciben y se dan con la mano derecha, sosteniendo el codo con la otra mano. Bailes con máscaras marcan el aniversario de cada monasterio. Se evoca de este modo la lucha entre los espíritus del Bien y del Mal. Estos espectáculos estuvieron mucho tiempo prohibidos y se han autorizado hace unos quince años.
Alójate en la parte tibetana de Lhassa, es decir, en el sector de la Ciudad Antigua, alrededor de Jokhang. La parte oeste de la capital se parece a todas las ciudades chinas recientes, con arquitectura de hormigón, tiendas, karaokes e, incluso, prostitución.
En el Tashi's Restaurant de Lhassa y en los hoteles tibetanos, los viajeros independientes se intercambian buenos planos e información de última hora sobre el estado de las carreteras y los problemas de circulación.
Teniendo en cuenta la altura media del país (4.000 m), llévate prendas cálidas, gafas de sol y saco de dormir en todas las estaciones para dormir en los albergues o en los templos. Llévate un botiquín bien equipado.