La entrada cuesta 23,80 euros, pero merece la pena. El Bioparc es uno de los zoológicos más impresionantes de Europa. Está muy bien diseñado con una muy buena concepción. El visitante tiene la sensación de moverse por el medio natural de los animales como los paisajes de África, continente emblemático del Bioparc. Nada de jaulas ni barrotes, solamente cristales transparentes. Un concepto admirable donde todo parece abierto y el visitante camina alrededor de los animales, muy distinto a los zoológicos tradicionales. El parque comienza por el área dedicada a Madagascar donde ya queda claro que no se trata de un zoo. Un paisaje espectacular en el que se divisan lémures que se acercan al visitante por sorpresa y casi parece que se les pueda acariciar. Rómulo, un rinoceronte que nació en 1979 y pasó 23 años en un circo, te enamorará. La experiencia circense le ha dejado tan marcado que continúa haciendo sus volteretas. Puentes, grutas, estanques, rocas, marismas, decorados de cartón de la sabana o de baobabs que parecen reales, cascadas por todas partes, sonidos de la jungla que salen de los altavoces, el parque te transportará a África. Los elefantes se bañan en el río, algunos caminan hacia atrás, otros suben a las rocas y todos se duchan bajo la cascada, una delicia para padres e hijos. ¡Estos elefantes son un encanto! Además hay gorilas que se lanzan al polvo, chimpancés que se dedican a llevarse a caballito unos a otros y dan volteretas, un león que observa la sabana desde lo alto de su roca, puerco espines, mangostas enanas, topos, marabús, cocodrilos, serpientes, un hipopótamo en su charca, hienas en busca de carcasas, un facochero, una pantera negra, Bambi y su madre bajo una cascada o un dromedario. El bus 95 que sale de la Ciudad de las Artes y las Ciencias te llevará hasta el parque pasando por el puente Sierrano, puerta de entrada al casco antiguo cerca de la catedral.