Rodeado de sierras y picos del Pirineo Central aragonés, y siguiendo el curso del Río Gállego, el valle discurre entre cimas de 3.000 metros, lagunas y zonas acuíferas, praderas alpinas, y senderos que recorren las masas forestales que son el habita de una fauna y flora de gran riqueza, con sarrios, zorros, marmotas, quebrantahuesos, mirlos acuáticos y otras especies. Sin embargo, quizás, lo que más sorprende del valle es el abanico florístico del que dispone: Desde la Oreja de Oso, una flor tropical adaptada al frío; hasta el Zapatito de Dama, en peligro de extinción; pasando por algunas plantas carnívoras en los márgenes de las caídas de los ríos, como la Grasilla. La variedad también es muy particular en los Ibones, lagos alpinos que se encuentran en gran número. La impresionante riqueza paisajística y natural, que enamorará a los amantes de la naturaleza y el alpinismo, se completa con los complejos culturales y arquitectónicos que suponen los pueblos que alberga el valle, tales como Lanuza, Escarrilla, Hoz de Jaca, Sandiniés, Piedrahita, Yosa de Sobremonte, Escuer y Biescas. Si se buscan servicios, Sabiñánigo puede ser un buen centro de operaciones, pero si se prefieren los paisajes agrestes, una buena opción puede ser Sallent de Gállego, que es realmente impresionante. Sin olvidar la belleza de Portalet y Formigal, en la cabecera del valle, que son dos importantes pistas de esquí. Finalmente, para relajarse, nada mejor que ir a Panticosa y disfrutar del pantano y el balneario impresionante con que cuenta, enmarcado en un paisaje alpino sin igual.