La Alhambra recibe su nombre del color rojizo de sus muros («qa'lat al-Hamra'», Castillo Rojo). Está situada de manera estratégica en lo alto de la colina de al-Sabika, en el margen izquierdo del Duero, al este de la ciudad, frente a los barrios del Albaycín y de la Alcazaba. Se tiene constancia por primera vez de ella en el siglo IX, cuando Sawwar ben Hamrun se refugió en la Alcazaba y reparó los desperfectos provocados por las luchas civiles que azotaban por aquél entonces al Califato cordobés, al que pertenecía Granada. La época de mayor esplendor del castillo de la Alambra no llega hasta el siglo XIII, cuando se fija como residencia real del monarca nazarí Mohamed ben Al-Hamar. A partir del siglo XVIII, la conservación de la Alambra quedó bastante abandonada. Durante la dominación francesa fue volada parte de la fortaleza principal, y hasta el siglo XIX no comenzó su reparación, restauración y conservación, que se mantiene hasta la actualidad. El elemento decorativo más utilizado por los arquitectos granadinos son los adornos vegetales y, en menor medida, la lacería y las redes de rombos. Los muros del castillo están repletos de decoración caligráfica en las que se pueden leer poemas escritos por tres poetas de la Corte de Granada: Ibn al-Yayyab, Ibn al-Jatib e Ibn Zamrak. La mayor preocupación de los arquitectos de la Alambra era cubrir decorativamente cada espacio, por pequeño que fuese. De esta forma, la mayoría de los arcos interiores son falsos, no aguantan ninguna estructura, simplemente sirven para decorar.