El esquí de travesía es una actividad que cada vez cuenta con más adeptos (el número se ha triplicado desde los años 1990) ideal para aprovechar al máximo de los paisajes y estar en contacto con la naturaleza, lejos de las aglomeraciones de las pistas y de los teleféricos. La disciplina ha mejorado mucho gracias a los progresos realizados por los fabricantes de material, cada vez más ligero y polivalente. Pero cuidado, este esquí es más físico que el esquí alpino por lo que hay que estar en forma. Con las pieles de focas como vestimenta ya estarás listo para varias horas de ascensión a la cima mientras perfeccionas la técnica del giro para cambiar de dirección. Un consejo: evita la ropa de abrigo típica del esquí alpino como los polares o los abrigos de plumón o pasarás mucho calor ya que se suda mucho realizando el esquí de travesía. Sin embargo, no olvides llevar algún tipo de ropa abrigada en la mochila para la llegada a la cima y para el regreso cuando bajarás en 15 minutos lo que te ha costado 3 horas en subir. Otros consejos: trata de concentrarte en el paisaje y no en tus esquís; evita las pausas largas ya que cada vez será más difícil volver a empezar, 3 minutos para recuperar el aliento, beber un poco de agua, hacer una foto y de vuelta a la carga. Más de 15 minutos es demasiado, te enfrías y pierdes el ritmo. El dominio de la Chartreuse, declarado Parque Natural Regional, ofrece un terreno ideal para practicar este deporte por sus magníficos paisajes de media montaña rodeados de abetos y píceas, su macizo boscoso y a menudo recubierto de nieve y su ubicación en primera línea al oeste de los Alpes. Atención: antes de salir a practicar el esquí de travesía es indispensable disponer de un DVA (detector de víctimas de aludes), una pala y una sonda, así como consultar el boletín de aludes de Francia.