Es de aquellas ciudades que con solo oír su nombre uno ya entra en calor. Y así es, el sol de Marsella no es una leyenda. Su club de fútbol, su pastis y su bullabesa tampoco. Pero aparte de estos complacientes clichés, la ciudad foceana tiene mucho que ofrecer. Ha dejado de ser un coto reservado al turismo de negocios.
De hecho, la megalópolis ha sido escogida como capital europea de la cultura en 2013 y como ciudad anfitriona para la Eurocopa de 2016. Con el propósito de celebrar dignamente estos acontecimientos, Marsella se ha renovado. Tal y como demuestran la peatonalización de una parte del puerto viejo, el número de hoteles nuevos o la apertura de un inmenso museo nacional.
Además de sus novedades, Marsella puede contar con sus aliados de siempre. Un puerto viejo con mucho encanto, el agradable barrio de Le Panier para pasear, terrazas de cafeterías abarrotadas, calas preciosas, playas en las proximidades o una trepidante vida nocturna en un barrio de moda...
Tiene todas las papeletas para que los próximos años Marsella sea el centro de atención. Entonces la hermosa ciudad se exhibirá orgullosa ante toda Francia, después de haber estado orientada hacia el mar durante años.
Subir en coche, en tren pequeño, en moto o a pie la colina que culmina con la iglesia de Nuestra Señora de la Guardia. Además de las vistas de 360º sobre la ciudad, podrás admirar de cerca a la Buena Madre.
Perderse por el laberinto de calles del encantador barrio de Le Panier.
Conocer los bares, cafeterías y restaurantes del moderno barrio de Cour Julien.
Callejear por el Puerto Viejo sin olvidarnos de que el lugar es sumamente turístico y que los precios, por tanto, son más elevados que en otros barrios.
Visitar el famoso estadio Vélodrome, tanto si te gusta el fútbol como si no. Porque aquí el fútbol es más que un deporte, los marselleses profesan un auténtico culto al esférico.
Las vistas sobre el pequeño puerto de Le Vallon des Auffes ya son magníficas desde La Cornisa, pero te recomendamos que bajes los escalones para contemplar este maravilloso espectáculo desde más cerca.
La ciudad es más conocida por sus calas que por sus obras de arte, pero los múltiples museos que pueblan sus calles también proponen una extraordinaria oferta cultural. No te pierdas el Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo, primer museo nacional que ha abierto sus puertas fuera de la capital.
Aparte del bañador, mete en la maleta un cortavientos (y un forro) ya que el mistral puede soplar muy fuerte.
Si no dispones de vehículo particular, lo mejor es que alquiles una moto. Un transporte más barato y, sobre todo, más práctico para desplazarse por la ciudad foceana.
Al igual que en todas las grandes ciudades, recuerda no exhibir los objetos de valor (la cámara fotográfica incluida). Y solicitar previamente autorización a la persona que deseas fotografiar.
No te puedes ir sin haber probado las navettes, una galleta en forma de barco. Las pastelerías venden varios dulces originarios de las ciudades vecinas, como los calissons (pasta de almendra) de Aix en Provence.
Además de la famosa bullabesa (que te recomendamos que no pruebes en cualquier lado), ¡Marsella es especialista en pizzas!
Una pastilla grande (o pequeña) de auténtico jabón de Marsella.
Una (o varias) botellas de pastis.
Una camiseta del Olympique de Marsella (o cualquier artículo del equipo estrella de la ciudad), ¡a no ser que seas seguidor del equipo contrario!