El sobrenombre de la Ciudad de los Duques todavía le pega. Vestigio de la época en la que la ciudad todavía era la capital de Bretaña, región a la que estuvo unida durante 11 siglos (de 851 a 1941). Pero Nantes nunca fue una ciudad de la región, sino un cruce, un punto de unión entre Bretaña y Vandea, entre la tierra y el mar. Un puerto de fondo de estuario, a 50 km del océano, una ciudad de comerciantes, armadores y viajeros soñadores.
Al igual que Burdeos, Nantes experimentó una expansión sin precedentes en el siglo XVIII, la triste época del comercio triangular y de la «trata de negros» que le dio la riqueza a la ciudad. También igual que Burdeos, se la apodaba la «bella durmiente» hasta su despertar a principios de los años 1990. Ya que, desde entonces, la sexta ciudad de Francia en términos de población (cerca de 300 000 habitantes) se ha reconciliado con su tradición de ciudad del imaginario abierta al mundo. Desde Julio Verne, quien nació aquí en 1928 y vivió hasta los 20 años, la ciudad cultiva una tradición viajera y soñadora, de la que a principios del siglo XX tomaron el relieve los surrealistas. «Nantes: puede que junto con París sea la única ciudad de Francia en la que tengo la impresión de que me puede llegar a pasar alguna cosa que valga la pena», escribía André Breton en su relato autobiográfico Nadja (1928). Del Día Loco a las Máquinas de la isla pasando por las Bienales del Estuario, la política cultural de Nantes cultiva en la actualidad esta filiación extremadamente creativa para convertirla en el estandarte de su atractivo.
Pero Nantes también vale la pena por su patrimonio más histórico clásico. El castillo de los Duques, las fachadas inclinadas de la isla Feydeau, el impresionante pasaje Pommeraye o las paredes del café-restaurante La Cigale son lugares que no te puedes perder.
En la actualidad, es imprescindible visitar las Máquinas de la isla. En la isla de Nantes, justo donde hasta finales de los años 1980 estaban los astilleros de la ciudad, se ha instalado un extraño bestiario. Producto de la imaginación de François Delarozière y Pierre Orefice, el universo de las Máquinas de la isla se encuentra en el cruce de los «universos inventados» de Julio Verne, del universo mecánico de Leonardo da Vinci y de la historia industrial de Nantes.
Arquitectura y animaciones son las dos palabras clave de Nantes. Es obligatorio que des un paseo por el centro de la ciudad; el castillo y la catedral, el barrio medieval de Bouffay, las fachadas del siglo XVIII de la isla Feydeau y del barrio de la Fosse, sin olvidar el Nantes del siglo XIX de la plaza Real al teatro Graslin... Un viaje por la ciudad y la historia.
Si tienes tiempo, tienes que ir a Trentemoult. Este antiguo pueblo de pescadores y de buques cap hornier, situado en la orilla sur del Loira, es fácilmente accesible en navibús (un barco que pertenece a la red de transporte público) desde el centro de la ciudad (tranvía, parada Chantiers Navals). Un magnífico paseo para descubrir la ciudad. Por norma general, ya sea a orillas del Loira, del Erdre o del Sèvre, como más impresiona Nantes es vista desde el río.
Recorrer el centro de Nantes en coche, es la peor idea que se te podía haber ocurrido. La ciudad de Nantes emprendió a finales de los años 80 un ambicioso plan de desarrollo de los transportes públicos (tranvía, autobús, bicicleta...). En lo que a esto respecta, la ciudad está muy bien equipada. Sin embargo, el coche tiene el espacio limitado. Ten por seguro que te verás envuelto en un atasco y que te costará aparcar.
Nantes dulce, Nantes salada. De la galletería de Nantes (las famosas BN) a Lefèvre Utile (LU), las galletas de Nantes son internacionalmente conocidas. Aunque, una vez allí, lo que más te gustará serán los productos del mar. Del lucio del Loira al pez mantequilla blanco (lo inventó Clémence Lefeuvre en Thouaré-sur-Loire, a 10 km de Nantes), al marisco y los crustáceos procedentes directamente de la costa... Estos productos harán las delicias de los paladares más exquisitos. Sin olvidarnos, para los más aventureros y los más afortunados, de la angula (alevines de anguilas pescados en el estuario durante el invierno). Tradicionalmente, en Nantes la angula se servía en vinagreta.
Te he traído caramelos... Además de las galletas Petit Lu presentadas en unas hermosas cajas, Nantes es famosa por sus caramelos. El caramelo de Nantes se distingue de los demás caramelos por su color liso y unos olores exóticos. También tienes que probar la rigolette, es menos conocida pero en realidad es más típica. Este caramelo original de Nantes, relleno con pulpa de fruta, data de 1902. Y si bien Nantes ya no está oficialmente en Bretaña, no te resultará nada complicado encontrarle el gusto a lo salado, galettes (tortitas) o un kouign amann para llevar a casa.
Por último, si estás en Nantes el 1 de mayo, tienes que saber que los horticultores de Nantes producen el 80% del muguete europeo.