Situada en los confines de la Grecia Oriental y a dos pasos de Asia Menor, la isla de Rodas, desde cuya punta norte se puede divisar la costa turca, constituye la joya de las perlas del Dodecaneso, la región de las doce islas según la etimología. Goza de un clima suave de tipo mediterráneo y de una vegetación exuberante, en comparación con sus vecinas las Cícladas. En función de la estación, podrás admirar los rosales salvajes de montaña, coníferas, eucaliptos, olivos (en abundancia) y dejarte invadir por los efluvios de tomillo, orégano, retamas y adelfas. La vuelta completa a la isla, que se extiende a lo largo de 60 km del norte al sur y la mitad a lo ancho, se puede realizar fácilmente en dos días en coche.
En la parte norte de la isla, a pocos metros de la costa turca, la ciudad medieval de Rodas, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, constituye una etapa obligatoria. Rodas, el regalo más hermoso de Zeus a su hijo Helio, ha acumulado 4500 años de herencia de diversas civilizaciones. Aparte de los griegos, también han dejado su huella los romanos, los persas y los italianos. Lo comprobarás especialmente en la ciudad de Rodas, en el extremo norte, una de las ciudades medievales más antiguas que siguen habitadas en Europa. La leyenda del Coloso inmenso bajo el cual pasaban los barcos de Mandraki, sus murallas y su arquitectura son fiel testigo de la importante proyección cultural de la ciudad desde la Antigüedad hasta la Edad Media. No te pierdas el paseo por el puerto viejo y la Puerta de la Marina, la puerta más hermosa de las murallas de piedra que enmarcan el centro histórico. Desde ahí se accede a las calles pavimentadas y sus comercios de todo tipo. Por la noche, la ciudad se anima gracias a los hoteles, los bares, los restaurantes típicos y las discotecas acondicionadas en las viviendas italianas de época neohelénica. La iluminación colorida de las calles peatonales pavimentadas, las plazas, los patios ocultos y las bóvedas le confieren un encanto único y atemporal. En el palacio de los Grandes Maestros se celebra todos los días, de mayo a octubre, un espectáculo de luces y sonidos que cuenta la historia épica de los caballeros de la Edad Media (precio: 1,50 euros).
También tienes que ver: la calle de los Caballeros, Mandraki y su puerto, las vistas desde la Acrópolis en lo alto del monte Smith, el Acuario y la playa que se extiende de «Elli» hasta Farapoula, el museo Arqueológico, la Pinacoteca y el museo de Arte Popular.
Miles de pequeñas iglesias y pueblos pintorescos permiten acceder a unos panoramas grandiosos. La vertiginosa vista desde la capilla de Panayia Kyra, en Tsambika en la costa oeste de la isla, a cuyos pies yacen la maravillosa playa de arena fina y dorada y los pueblos de los alrededores, representa un ejemplo entre tantos otros. En verano, los habitantes de Rodas acuden para disfrutar de esta extensión de playa, abarrotada los fines de semanas, pero única en esta isla rodeada en su mayoría de playas de guijarros.
A unos kilómetros, el pueblo de Kolimbia tiene hoteles de alta categoría. Faliraki, en el nordeste de la isla, es el lugar ideal para quien desee disfrutar de los placeres del mar. La arena dorada que se extiende hasta el infinito contrasta con el tranquilo mar azul.
En cambio, los amantes de los deportes de vela pueden disfrutar de las olas en la costa oeste. En el extremo noroeste, la colina de Filerimos, con los vestigios de la antigua acrópolis y del monasterio de Panagia, domina toda la región. Las vistas, los paseos, las puestas de sol grandiosas y las animaciones en la playa se añaden al programa.
Bastante cerca, en Lalysos, podrás encontrar agradables hotelitos familiares y, si bajas hacia el este, en Kalithea, podrás hacer submarinismo en este destino costero, tan famoso y agradable. Más al sur, vale la pena que visites el pueblo de Lindos, con sus casas blancas encaramadas en la ladera de una colina.
La Acrópolis y las fortalezas de la Edad Media, así como las ruinas del templo de Atenea, te están esperando. Es agradable perderse por el laberinto de calles y sumergirse en la auténtica vida de Rodas.
Para los amantes de los deportes náuticos de vela, el Melthem (un viento equivalente al Mistral) que sopla sobre el conjunto de las islas griegas es particularmente generoso en la costa oeste. La isla de Prasonissi, en la punta sur, también es el lugar de encuentro de las tablas de windsurf y de los surfistas. ¡A por la tabla de surf!
La simpatía de los habitantes de Rodas, enamorados y orgullosos de su isla, benévolos y pródigos en consejos, completa el cuadro. De hecho, les gusta contar que Rodas perteneció primero a Zeus Xenios, el espíritu de la hospitalidad...
La isla de Simi, que todavía habitan los pescadores de esponjas marinas que continúan con los hábitos del pasado, a 40 km del puerto Mandraki, accesible en barco en 2 horas de travesía (5 a 6 barcos al día). De una extraordinaria belleza, alberga uno de los monasterios más importantes del Dodecaneso, Panormitis, dedicado al santo patrón de los marineros. Una joya.
Los amantes de la autenticidad y la tranquilidad evitarán el destino puramente turístico de Faliraki, muy animado y bien equipado con hoteles e instalaciones, frecuentado por una clientela anglosajona. Asimismo, estos podrán bajar a la punta noroeste, a Lalysos, que tiene más hoteles familiares con encanto.
La cercana situación de la costa turca hace que la cocina de Rodas tenga un toque oriental. La comida empieza con los mezzes, diversos entrantes (tarama, tzatziki, nombre del yogur con pepino), que también se sirven como tentempiés a la hora del aperitivo. El plato principal, compuesto de carne y verduras, suele venir acompañado de una ensalada.