Compuesto sólo por doce países, el continente (o mejor dicho subcontinente) sudamericano podría parecer poco diversificado. Desde Colombia hasta Argentina, pasando por Paraguay y Uruguay, se puede observar una gran variedad de paisajes, atmósferas y atracciones turísticas. Selvas inmensas, metrópolis gigantes, montañas vertiginosas: los superlativos no faltan para describir estas tierras que se salen de la norma y parecen batir todos los récords. Desde su descubrimiento en el siglo XV, este espacio muy influenciado por las culturas ibérica y lusitana sigue siendo una tierra muy preciada por los aventureros que desean afrontar las fuerzas de la naturaleza. Y para éstos últimos, muchos son los desafíos que pueden afrontar durante un viaje a América del Sur.
La diversidad del clima latinoamericano es el primero. Cuando los menos friolentos prefieren ir al Cabo de Hornos, el punto más austral del continente donde se juntan los océanos Pacífico y Atlántico, otros podrán penetrar en la densa y húmeda Amazonía. Para los que prefieren el calor, el desierto de Atacama, situado entre el océano y la Cordillera de los Andes, se distingue por ser el desierto más árido del mundo. Viajar a América del Sur, es pasar por la columna vertebral del continente, la Cordillera de los Andes, la cual se extiende a más de 7000 km, bordeando el litoral occidental desde Venezuela hasta la Tierra del Fuego. Es una interminable sucesión de masivos montañosos, con numerosas cimas de más de 6000 metros de altitud: un terreno de juego ideal para excursionistas y alpinistas del mundo entero.
El Aconcagua (punto culminante de la cadena), el Chacaltaya y el Huarascan forman parte de esos relieves que, antes de ser una atracción para escaladores, han visto nacer la gran civilización Inca. Esta civilización ha dejado sus huellas en los altiplanos de Bolivia y Perú donde se siguen admirando hoy en día los vestigios de un pueblo mítico y misterioso, como las ruinas del Machu-Picchu, los geoglifos de Nazca y el Valle Sagrado. Sin olvidarse de las orillas del lago Titicaca, en las que los habitantes enseñan dignamente sus prendas de colores entre las manadas de llamas, como si el tiempo se hubiese detenido en el pasado.
Los viajeros a los que no les apasione tanto la montaña podrán dirigirse hacia los grandes espacios de la región pampeana o de Patagonia, preciados por los amantes de la equitación. La Amazonía también es una alternativa a la altitud. Si el "pulmón del planeta" puede parecer a veces impenetrable, esconde una fauna rica y variada además de una flora abundante. También se pueden apreciar algunas proezas de Madre Naturaleza como el Salto del Ángel en Venezuela, la cascada más alta del mundo.
Pero los viajes a América del Sur no solo están reservados a los exploradores. Si echamos un vistazo a Brasil, encontraremos sus famosas playas de arena blanca, como Copacabana, donde estaría bien echarse una siestecilla. La cultura ocupa también un puesto importante en la más latina de las Américas: Argentina podrá enamorar a sus visitantes con un tango, Bolivia hechizará a los curiosos con el sonido de la flauta de Pan, Colombia pondrá a bailar a los turistas al ritmo de la salsa y de los vallenatos, y Rio de Janeiro arrastrará a los turistas hasta el corazón de las festividades endiabladas de su ineludible carnaval. En lo que se refiere a las evasiones urbanas, la ciudad del Pan de Azúcar no es la única que vale la pena visitar. Una vuelta por Brasilia encantará a los apasionados por la arquitectura que podrán contemplar las obras de Oscar Niemeyer. Buenos Aires no se queda atrás con su Avenida 9 de Julio y sus 140 metro de anchura, un récord planetario.
El continente sudamericano posee también algunas islas con un patrimonio notable. Entre ellas los múltiples islotes del fin del mundo plantados en el estrecho de Magallanes. En el Pacífico, las islas Galápagos (Ecuador) y sus animales extraordinarios o la isla de Pascua (Chile) y sus sorprendentes moais, estatuas monumentales que jalonan este pequeño territorio tan aislado.
Para resumir, un viaje a América del Sur es una aventura en el continente de todos los extremos, que reúne el rigor de las cimas y el calor de las playas, y asocia megalópolis y lugares inaccesibles. Pero sobre todo, combina perfectamente las culturas latinas y andinas, convirtiéndose a veces en una experiencia desorientadora. Tampoco hay que olvidarse de que, gracias a Guyana francesa, América latina también posee un trocito de Francia.