Lama= valle. Luna= fertilidad. De ahí viene este nombre esotérico cuasi inca. El valle se tiene que adivinar porque más bien se trata de una gran llanura. La fertilidad salta a la vista: los olivares y los viñedos son los reyes del lugar con el mar azul de fondo, salpicado por pueblos de color ocre. Esta llanura vivió antaño la peor batalla posible, la de Cannes. Y una derrota memorable de los romanos frente a las tropas de Aníbal. Por suerte, la tierra no tiene rencores y el paisaje es suntuoso. Siéntate en un antiquísimo banco de piedra, relájate y déjate envolver por la magia del paisaje. El único ruido que escucharás es el de los pájaros cantando y, como mucho, el balido de un cordero o el sonido de un carillón en la lejanía. Felicidad absoluta. Y encima italiana.
La masseria produce ella misma la electricidad con un parque de paneles fotovoltaicos. El agua consumida procede del agua de la lluvia. Y tienen un pozo para ayudar en caso de sequías prolongadas. Los productos tienen la certificación Biocert. Un impacto mínimo para un placer máximo.