El Smeraldo Beach, construido en 1974, no forma parte de los hoteles que elegiríamos para una estancia en Cerdeña. El marco exterior es francamente atractivo, pero el interior no lo es tanto. Un ambiente particular que se percibe nada más llegar: el trato no es muy cálida, el vestíbulo es bastante oscuro y el mobiliario no es del mejor gusto, el estilo resulta bastante pesado e imponente. Es difícil sentirse a gusto, por lo que nos mostramos poco entusiasmados con la continuación de la visita. El camino a las habitaciones es más agradable en general, un tercio tienen vistas al mar. Tampoco podemos decir que el restaurante es una maravilla. Más bien todo lo contrario. Un lugar al que le falta luz a pesar de las grandes cristaleras (que no se abren) con unas vistas impresionantes al mar, con mesas que invaden el espacio hasta tal punto que no se ve más que eso. En definitiva, un lugar sin encanto, sin olvidar que las comidas son mediocres.
En el exterior, el marco es mucho más agradable aunque el terreno sea escarpado y no dejemos de bajar para luego subir escaleras. La vegetación es abundante, y numerosos rinconcitos permiten descansar en toda tranquilidad, cerca de las 4 pequeñas piscinas.
Algunos huéspedes prefieren las pequeñas calas, situadas más abajo. Y no es de extrañar. Un agua esmeralda, un marco sublime con vistas a las montañas, cuesta resistirse.