El Four Seasons Bora Bora es inmenso: una ventaja para los que les gusta alojarse en un lugar inmenso, un inconveniente para los que no les hace gracia caminar. A estos les aconsejamos alojarse en los 2 ó 3 chalets más cercanos a la recepción, o bien alojarse en los bungalows situados al principio de los dos pontones de acceso. De este modo limitarán a 200 - 300 m la distancia entre su habitación y los principales espacios comunes (piscina, bares, restaurantes). Los que prefieren quedarse en el extremo del pontón (por las vistas magníficas al lago y al monte Otemanu de Bora) deberán caminar hasta 1 km para llegar a estos espacios. En cuanto a las infraestructuras, el Four Seasons dispone de dos lugares destacados: la piscina, bastante amplia para nadar (30 x 6 m), se sitúa a orillas del lago, un lujo en el reino del lujo, ya que el lago de Bora es una belleza en sí mismo. Además, el hotel cuenta con cabañas de piscina, que tienen las dimensiones de una cama doble y están cubiertas, como un mini faré, con tejado de pandano. Para terminar, las tumbonas están a orillas del agua, así como en el césped plantado de cocoteros. El segundo lugar destacado del hotel es el spa. Se encuentra detrás de la finca, a la altura del océano. Como el terreno está salpicado con varias lagunas unidas al lago, el spa da a una extensión de agua salada. Para aprovechar esta situación, se ha instalado una cabina sobre postes: te relajarás durante tu tratamiento, mirando los peces a través del cristal. En el spa (cuyo tejado de 30 m de alto da una impresión particular, casi mística, al lugar) también se encuentra la sala de fitness: uno de los espacios deportivos más bonitos del hotel, con sus vistas al fondo azul del océano. Aquí estamos a bordo del motu Tehotu, en el lado del arrecife, por eso el agua tiene color de ultramar. En los tratamientos se utilizan productos Espa. También se realizan tratamientos a base de ingredientes locales, como la perla negra machacada o la flor de kahaya. Un masaje de 1 h te costará 140 euros.