El Sporting no es muy antiguo. Se construyó en el 2000, pero viendo su aspecto general tienes la impresión de que pusieron la primera piedra en los ochenta. En este establecimiento lo que realmente falla es la decoración de los espacios comunes exteriores. Las tumbonas de plástico en losas beige y las sombrillas variopintas te dan la sensación de estar junto a la piscina de un cámping. Al menos la playa está bien. Si remodelaran el conjunto y compraran muebles nuevos cambiaría bastante. Hay césped, árboles y flores. Los edificios son de una sola planta con un estilo mediterráneo que queda bien siempre, aunque no tiene ningún encanto especial. Sin embargo, al club no le falta ningún tipo de equipamiento para las familias (tienda, zona de juegos, club infantil, pista de tenis, de voley playa, de petanca, se pueden practicar deportes acuáticos...) y tanto el restaurante como el vestíbulo (y el bar) destilan un encanto anticuado con sus muebles azules con motivos marinos.
El trato es desenfadado y profesional a la vez. Los 8 animadores del hotel (que hablan inglés, francés e italiano) se encargan de las actividades de ocio.