Ese gran edificio blanco de 6 plantas esconde bien sus encantos. Aunque resulte poco acogedor desde el exterior, en cuanto entras en recepción, te trasladas a la modernidad. Ese gigantesco vestíbulo (que para empezar tiene deficiencias de luminosidad) se erige como un espacio acogedor dispuesto de tal manera que cada uno encuentre su lugar, venga solo, en pareja o en familia. Puedes verlo todo desde el centro neurálgico del hotel, el vestíbulo: asoma la cabeza y verás el restaurante; levanta los ojos, habitaciones a un lado y al otro el casino y el restaurante a la carta; mira enfrente y encuentras el acceso al spa, al bar y a la zona de billares. Atraviesa la gran cristalera y accede a la magnífica terraza que domina el mar (allí también hay una piscina con borde horizonte). Esa distribución te evita tener que recorrer muchos metros para ir a cualquier equipamiento. El spa se merece una presentación y unas buenas críticas: para empezar, la bienvenida que te dan las chicas (de más de 1'80 metros) es acogedora. A continuación ves una increíble piscina interior, tras una gran cristalera, que da a la terraza y a la piscina con borde horizonte. En ese pontón que domina el mar, hay algunas mesas y sillas donde podrás tomar una copa y, algunas noches, ver un espectáculo.