Las habitaciones, bastante amplias y cómodas, principalmente debido al balcón que da al jardín, carecen de equipamiento. De hecho, no tienen ni TV, ni teléfono ni aire acondicionado. Al igual que el recibidor, la decoración de las habitaciones ofrece una mezcla de estilos: paredes encaladas, muebles modernos de madera negra y cuadros contemporáneos. A los cuartos de baño les vendría bien una renovación.

El Cala d'Or consta de diez edificios de dos plantas de estilo andaluz distribuidos en triángulo alrededor de una gran piscina y de un jardín exótico. Agradables con sus alcobas y sus grandes terrazas, todos los edificios constan de 30 habitaciones. Los clientes también encontrarán numerosas infraestructuras deportivas (tenis, squash, tenis de mesa...) e infantiles (zona de juegos, piscina, club infantil...). Hay animación garantizada tanto durante el día como por la noche.

Todas las comidas se sirven en forma de bufé. Extrañamente sombrío, teniendo en cuenta que el resto del hotel es muy luminoso, el comedor ofrece una restauración muy convencional. La selección y la variedad de los platos es algo limitada y la cocina, aun siendo correcta, no es muy original. La razonable carta de vinos realza el conjunto.

En sus orígenes, el hotel gozaba de pequeñas playas muy agradables situadas en calas, unas tres o cuatro en un radio de 200 metros. Pero, actualmente, por el proceso de urbanización, solo hay grandes arenales rodeados de altos edificios, atestados de colchonetas y abarrotados en verano. Los amantes del baño deberán armarse de paciencia o hacerse con un coche para huir del bullicio.

A partir del próximo año todas las habitaciones deberían tener aire acondicionado.