El Calheta Beach cuenta con 140 habitaciones, repartidas en dos edificios comunicados por un puente aéreo. Hay tres categorías: las estándar, las suites y los apartamentos (estos últimos están todos al otro lado de la carretera). En su interior, la decoración es muy agradable, colorida y acogedora. Las habitaciones tienen un cierto encanto y el mobiliario de madera clara coordina el conjunto. El cuarto de baño dispone de una bañera, pero no es ninguna maravilla. En cuanto a los equipamientos, disponen de lo esencial, excepto servicio de habitaciones. El balcón ofrece unas vistas despejadas al mar...

El Calheta Beach, abierto en 1999 y reformado por última vez en 2009, no llama la atención por su exterior. Este grande bloque de hormigón no es digno de ver pero, una vez en el interior, descubrirás un hermoso establecimiento donde te espera una acogedora bienvenida por parte del personal. La primera pared que ves está recubierta con un papel pintado de flores que, por suerte, ¡solo se ve aquí! El resto está provisto de una decoración y un mobiliario mucho más modernos. El conjunto es muy colorido, dominado por el color turquesa. Sin embargo, el techo bajo del vestíbulo impide que la luz penetre en la estancia. Desde aquí ya puedes disfrutar de unas hermosas vistas a la playa y al mar, pero en el exterior, junto a la piscina, las vistas son todavía mejores. La piscina no es muy grande, pero está bien acondicionada. Con todo, la distribución de las tumbonas de plástico no es un punto favorable para el entorno. El hotel también dispone de una zona interior de relajación con piscina, sauna, jacuzzi y un pequeño gimnasio. Hay dos salas únicamente para los tratamientos de masajes.

Los clientes tienen a su disposición dos restaurantes. El restaurante principal, el Calheta, abre por la mañana y por la noche. Funciona en forma de bufé. Su decoración deja flotar en el aire el ambiente de los 60. El bufé está instalado en el centro de la sala y permite acceder a él fácilmente. Desde los grandes ventanales se divisan unas bonitas vistas al mar y a la piscina. La terraza exterior debería ser más grande. Para los que prefieran comer a la carta, hay un segundo restaurante abierto a mediodía y por la noche para degustar cocina internacional. Para comer también está el bar de la piscina.

No hace falta ponerle nota a la playa situada a los pies del hotel porque no le pertenece. Aunque sea artificial -no existe arena auténtica en Madeira- el entorno es más bien agradable. La arena fina y el mar bastante transparente permiten disfrutar de los placeres de la playa. Se pueden alquilar tumbonas y sombrillas.

El hotel propone deportes acuáticos, pero son de pago.