Encaramado en la cumbre de un acantilado exuberante, en el corazón de un parque arbolado de unas 8 hectáreas, el Amankila se distingue por su aislamiento y su maravilloso entorno. Domina una bahía en la parte sur de Candidasa, y el panorama es sublime. El establecimiento, construido en 1999, propone prestaciones de alta categoría. Alegrado por múltiples buganvillas blancas, se organiza alrededor de un edificio central de tres plantas, en escalera, que alberga las partes comunes: recepción, restaurante bar, tiendas de lujo y una bonita biblioteca internacional con televisión. Está rodeado por 34 casas repartidas en diferentes niveles, a las que se accede mediante pasarelas de piedra. Cerca del acantilado, el terreno en ligera pendiente llega a una espléndida piscina escalonada y de desbordamiento delante de la cual bailarines balineses expresan su arte dos veces a la semana. Está rodeada por terrazas dotadas de tumbonas y sombrillas, y dominada por el restaurante principal. En general la arquitectura ostenta líneas sobrias, depuradas, de una elegancia inusual. Debemos destacar dos defectos de escasa relevancia: un acceso a la playa un poco complicado y la ausencia de equipamientos deportivos terrestres.