Cuando accedes al Excelsior Hotel Ernst, te sientes inmediatamente transportado gracias al suntuoso vestíbulo de entrada, con embaldosado brillante y decoración dorada; los porteros, con uniforme elegante, también contribuyen a esta buena primera impresión. El hotel tiene casi 150 años y el edificio se reformó en 1908; las últimas renovaciones importantes se realizaron en 2007. Del mismo modo que la ciudad en la que se sitúa, el hotel mezcla lo tradicional con lo moderno, con diferentes grados de éxito.
El ambiente general que reina está impregnado de nobleza gracias a la moqueta azul que adorna los pasillos del establecimiento, a las antigüedades rococó, a la abundancia de cerezo, a las obras de arte y a los imponentes espejos que decoran las paredes. El hotel se compone de tres edificios unidos por un patio interior, un oasis de calma que contrasta de forma flagrante con el ruido constante del tráfico. Una morada majestuosa y decididamente hermosa, aunque también sombría en determinados lugares.
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Aunque el hotel atrae principalmente a una clientela de negocios, hay numerosas razones por las que también puede resultar práctico para los turistas. Aparte de estar excelentemente situado, el hotel dispone de dos restaurantes, dos bares, un centro de bienestar (con gimnasio bien iluminado, sauna, hammam y sala de relajación), acceso gratuito a Internet e impresoras.