


Abierto en 1995, el Bel Air ofrece unas prestaciones desiguales. Si bien la recepción y las habitaciones muestran su mejor cara, no podemos decir lo mismo de las infraestructuras repartidas en un parque minúsculo. Prueba de ello son las tumbonas dispuestas bastante juntas entre sí, alrededor de la piscina. Para disfrutar de un poco de intimidad, mejor que te acerques a la playa... si tienes ganas de recorrer los 500 metros que la separan del hotel.
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