El Caravelle se compone de dos edificios: el antiguo de 10 plantas que data de 1959, y el nuevo de 24 plantas que se terminó en 1998. El hotel, distinguido dentro de un estilo "Art Nouveau", posee una decoración elegante y de buen gusto. Si bien en la planta baja los salones, el bar y el restaurante son bastante clásicos en cuanto a su ambiente, en la última planta la atmósfera es totalmente diferente. El bar, famoso por su animación, ofrece una vista panorámica de la ciudad y del río Saigón. Durante el día se aprecian las mesas interiores y el aire que circula por las muchas aperturas y cuando las temperaturas empiezan a descender, se recomienda la gran terraza. Cuando cae la noche, la música invade el lugar y desde la terraza hasta la pista de baile la fiesta está garantizada. Está abierto todos los días, excepto el domingo, hasta medianoche (así que no te demores para ir a tomar algo y bailar).
Para recuperarse de un día de trabajo o de una noche de locura en el bar de la última planta, puedes dirigirte a la 7ª planta, la del descanso y del gasto (de energía). Un agradable spa acoge a los clientes que vienen a hacerse masajes y a dejarse mimar. En el patio interior encontramos una piscina larga, ideal para nadar así como para jugar con los niños que también tienen su espacio, rodeada de algunas tumbonas para broncearse. Un gran gimnasio que da a la pisicina tras un ventanal permanece abierto las 24 horas y está equipado con máquinas y una pantalla de última generación. Y para recompensar los esfuerzos se puede ir al bar que acoge a los deportistas y a los amantes del relax después de una siesta.