Cada una de las dieciocho habitaciones está decorada en tonos pastel diferentes: azul noche, púrpura, rosa, violeta, crema, etc. La ausencia de televisor, de minibar y de Wifi suprime todo lujo tecnológico. Los propietarios aseguran que reflexionaron mucho para tomar esta decisión. A algunas terrazas privadas les falta una vista despejada, pero los rincones repartidos por las villas ofrecen toda la intimidad buscada. Una gruesa cortina elegante oculta el vestidor en el cuarto de baño. Algunos de los baños disponen de ducha o de bañera exterior, que se llena de agua tibia y con flores a tu llegada. También tienen un rincón con un sofá.

Pasear por la propiedad de 1,2 hectáreas es muy agradable. En la entrada está la villa principal, con sus bungalows con el tejado de paja que dan a una gran piscina en forma de laguna, al restaurante, al bar y al spa. Todo en un gran jardín repleto de frangipanes. Si se siguen las losas del suelo, se llega a otra villa, la "Villa de los sentidos", situada al rededor de una espléndida piscina. Cojines mullidos alineados en los sofás, pantalla de plasma, viejos baúles de madera, telas de artistas balineses fijadas a la pared y música de gamelan como banda sonora. Algunos escalones, estanques y árboles con flores más allá, la "Casa roja" y después la "Villa de los arrozales" con sus cortinas volando al viento, bajo los ojos de Budas gigantes que rodean su piscina correspondiente. Cada villa tiene su propio ambiente y decoración, siempre de un gusto excelente. Y los huéspedes pueden pasear de una a otra con total libertad,

El restaurante principal, con sillones de estilo del siglo XVIII personalizados, se encuentra en la villa más grande, junto a la piscina. Con el nombre de "Noche barroca", sus cortinas, telas y lámparas de araña forman un dúo de color negro y blanco. Más divertido; el concepto de "mesa efímera" permite cenar tranquilamente en una de las cuatro piscinas, sobre una terraza o en uno de los salones, jardines o espacios de relajación de la propiedad. Verás al personal cargar sobre su espalda mesas si las solicitas Y con saber hacer, plantan un magnífico mantel blanco adornado con pétalos de flores y rodeado de velas que invita a la degustación.

A través de los arrozales, tardarás unos 20 minutos a pie y 12 minutos en bicicleta en llegar al decepcionante beach club. Otra opción es el autobús gratuito que te lleva. El hotel funciona en asociación con el warung Agung Kayu Putih, instalado cerca de la playa. Allí se puede ir a desayunar y a cenar. Para pasar de este pequeño restaurante local a la playa inmensa y bastante desierta, hay que atravesar un puente colgante bastante largo de bambú. Ten cuidado, porque los dos cabos que permiten mantenerse de pie están completamente oxidados. Y no te aconsejamos en absoluto caerte al río. En cuanto a equipamientos, hay dos tumbonas en el warung y cuatro en la playa que esperan en vano algún visitante. A cada lado, se extienden a lo lejos kilómetros de arena gris, fina y sorprendentemente limpia. Cabe destacar que no hay algas. La tranquilidad del lugar, solamente habitado por la vegetación y a lo lejos el warung, solo la rompe el ruido incesante de las olas violentas que chocan contra el desnivel pronunciado de la playa. No se pueden practicar deportes náuticos, excepto el surf, por las magníficas olas del océano Índico (¡para los más valientes solamente!). Tendrás que andar con mil ojos si quieres bañarte, ya que las olas y el mar de fondo (en dirección longitudinal) acorralan rápidamente incluso a los nadadores más expertos. Además, no hay ningún tipo de vigilancia.

Un nuevo chef acaba de llegar y está dando el último toque a sus menús. Por ello es imposible probar la calidad de su cocina.
La Villa es de acceso difícil para las personas mayores y con problemas de movilidad, ya que hay muchos escalones y diferencias de niveles.
Se pueden alquilar las cuatro villas por un precio de 3.100 dólares la noche en verano.
Para diferenciarse de los hoteles tradicionales, te acompañan directamente a tu habitación nada más llegar, sin hacer el registro.
En caso de que te enamores de un salón de jardín balinés o de una lona balinesa, Bruno e Ilka te pueden ayudar con la organización del envío.
Durante el día las habitaciones no ocupadas se dejan abiertas para que los huéspedes más curiosos puedan descubrir esas pequeñas maravillas.