Escondido en una callejuela, para encontrar el hotel tendrás que perderte un par de veces antes de dar con él, sin embargo una vez que hayas empujados las pesadas puertas del Riad, te sentirás en tu propia casa: en primer lugar gracias a la acogida personalizada de los empleados pero también porque además de ser amigables, tratan de hacerte sentir que puedes contar con ellos para todo lo que necesites.
Penetrarás en un edificio típico con una arquitectura clásica que pone de relieve los elementos decorativos, principalmente compuestos por objetos de la artesanía local: alfombras, cuadros, tejidos, antigüedades, cerámicas de color azul profundo o verde, crean una decoración autentica y encantadora.
Entrando, descubrirás una pequeña recepción en la planta baja donde un sinfín de documentos te informará sobre las actividades que puedes practicar en Marrakech. Al lado de este espacio hay un pequeño salón de lectura. En el medio, un patio encantador te invita a restaurarte. Este sitio florecido y adornado con unas mesas de hierro forjado con cerámicas coloridas es especialmente agradable y tranquilo. Su suelo de color azul claro hace resaltar el mobiliario.
Por último desde el patio, podrás coger unas escaleras que llegan a las habitaciones, pero también a una espaciosa terraza situada en la azotea. Desde allí puedes beneficiarte de una vista increíble hacia la montaña del Atlas y la ciudad, un salón de verano te permitirá estar en a la sombra. Es un sitio ideal donde observar la puesta del sol o leer tranquilamente mientras que la ciudad se agita abajo.