Más que un hotel, el Almirante Farragut parece una pequeña aldea con su tienda, su peluquería, sus campos deportivos, su discoteca, su centro de belleza y de masaje. Un complejo hotelero para vivir en autarquía. En el exterior, el edificio de hormigón de aspecto compacto resulta austero, poco natural con respecto a los otros establecimientos de la zona.
Se ha comprometido a respetar la distinción "Mediambiente", por eso el complejo intenta dar una imagen ecológica. Por ejemplo, gracias a un pequeño jardín huerto que, sin embargo, está ahogado por el hormigón del aparcamiento todo alrededor.
Una vez superado el asfalto del aparcamiento, entras en la gran recepción decorada con mármol de imitación, que se ha intentado embellecer con una fuente central, de estilo ligeramente morisco. Digamos que el conjunto podría dar el pego si no se notase por todos lados el peso de los años.
La oda al hormigón se prolonga alrededor de la piscina principal, que sin embargo se sitúa en un lugar bastante excepcional: en la cima de los acantilados de Cala En Forcat, dominando las aguas del Mediterráneo. Es una lástima que la naturaleza circundante de los acantilados pierda belleza por el uso constante del hormigón (que es sin lugar a dudas el mejor amigo de este complejo): un triste cemento antideslizante verde claro alrededor de la piscina y escaleras de anfiteatro (aunque la idea era buena) tristemente desnudos y realmente poco prácticos, en los que se alinean sombrillas y tumbonas.
Establecimiento rico en animaciones, para los pequeños (club y actividades infantiles) y para los adultos gracias a las instalaciones deportivas (tenis, fútbol, baloncesto).
Sin embargo, el espacio reservado al club infantil es realmente decepcionante, sobre todo para un hotel principalmente orientado a las familias.