El Diani Sea Lodge dispone de 161 habitaciones divididas en tres categorías: estándar, superior y "bahari". Las estándar se encuentran en la parte posterior del edificio, enfrente del aparcamiento. Los pequeños bungalows en los que están son bastante agradables, con pequeñas terrazas privadas, aunque en su interior la sensación es totalmente diferente... En la habitación lo único que hay son muebles. Evidentemente hay una cama, pero ni un triste detalle, ni un cuadro en las paredes... En definitiva, una habitación de lo más desangelada. No hay minibar, ni teléfono, ni servicio de habitaciones... Si quieres televisor, tendrás que reservar una habitación superior. Por 10 euros de diferencia, realmente merece la pena. Los cuartos de baño están bien cuidados, pero el olor a humedad es persistente.

El hotel abrió sus puertas en los años noventa y sus últimas reformas datan de 2007. El conjunto está bien cuidado y es mejor que sea así, porque en el Diani Sea Lodge no hay gran cosa que ver. El vestíbulo recuerda ligeramente al de una casa vieja, quizás por el mobiliario un tanto anticuado. Afortunadamente en el mostrador de recepción de la planta baja te espera una amplia sonrisa. Desde el anexo del edificio se ve la piscina del hotel. Es demasiado pequeña para el número de habitaciones, pero hay tumbonas suficientes. Quizás te resulte difícil encontrar un rincón alrededor de la piscina, pero seguro que encontrarás sin problemas un poco de espacio en el césped. Cabe destacar el complejo deportivo del que nos hablan antes de entrar en una sala donde hay... ¡Dos mesas de ping-pong! Aunque justo al lado tienes dos salas de masaje por si necesitas una buena dosis de relajación.

El Diani Sea Lodge cuenta con dos restaurantes, si tenemos en cuenta que en el bar de la piscina se sirve el desayuno y la comida. Sin embargo, el restaurante principal, situado en el mismo edificio que el vestíbulo, ofrece un buffet a la hora de la cena. El acceso a los stands de comida, situados al fondo de la sala, no es fácil. La sala abierta es bastante agradable, aunque es una pena que las mesas estén alineadas las unas junto a las otras. Por eso resulta más agradable comer en el exterior. En lo que a gastronomía se refiere cabe destacar que el menú cambia cada tres semanas, por lo que puede que te aburras rápidamente de su comida. El hotel utiliza las mesas del jardín para las comidas cuando organizan barbacoas.

El hotel tiene la gran suerte de estar justo al lado de la bonita playa de Diani. En ella se han instalado tumbonas en una zona protegida con una pequeña pared, para evitar que los "beach boys" (abundantes en la zona) molesten a los huéspedes. Unas escaleras te permiten bañarte directamente en el océano Índico. Como en la mayoría de playas de Kenia, la barrera de coral no está muy alejada de la orilla. Si tienes los pies delicados, será mejor que te bañes con sandalias. En la playa puede haber muchas algas, según las precipitaciones y las mareas. El baño no presenta riesgo alguno: es una playa con un oleaje tranquilo y una brisa suave.

Para los curiosos, Mombasa no tiene demasiado atractivo turístico, pero sería una pena no dar un paseo por el casco antiguo. Al barrio le vendrían bien unas buenas reformas, pero el Fort Jesus constituye un sitio interesante para descubrir. Lo construyeron en el siglo XVII los portugueses con el objetivo de proteger la entrada al puerto.
Es importante saber que en Kenya no se puede hacer topless, está prohibido y castigado por ley.