Al igual que en la mayoría de las masseria de época encontramos una gran torre, recuerdo de una época en la que era muy importante saber quién venía con antelación. Y aquí una sucesión de pequeños edificios blancos entrecortados por arcos y coronados por pináculos que recuerdan a la arquitectura árabe-musulmana. Añádele una plaza de pueblo, con el suelo de piedras planas, la "chianche" local, en la cual ondea la bandera italiana en el cielo azul. Recuerda un poco a una iglesia mexicana. Los salones se reparten entre las grandes salas amuebladas de época - el dueño es anticuario y se nota-. Las chimeneas han visto cómo se consumía mucha leña invierno tras invierno. Varios cuadros adornan las paredes, los frescos han sido revelados por restauraciones y en algunas alcobas, en una esquina de las gruesas paredes, se encuentran unas estatuas excepcionales. El restaurante da a la piscina (20 metros de largo). A lo largo de un paseo cubierto de rosales encontramos un inmenso espacio de bienestar con una gran piscina interior, una sala de fitness y cabinas de masaje (los tratamientos con aceite de oliva, evidentemente). Los clientes pueden utilizar las pistas de tenis iluminadas así como realizar el recorrido de footing. Bajo el aspecto de un hotelito con encanto se esconde un excelente «complejo». Si la piscina fuese más grande, le hubiésemos puesto una nota excepcional.