El edificio parece una gran obra anónima, pero una vez franqueada la entrada, estalla un festival musical que da la bienvenida al visitante. Los propietarios (la misma familia es la dueña del hotel U Krale Karla, situado más arriba), son unos auténticos coleccionistas de objetos antiguos. Con una decoración que no descuida ningún detalle, "Pava" significa "pavo" y la vista se te inunda de representaciones de ángeles y otras referencias religiosas, toques dorados, colchas pesadas, vidrieras, maderas gruesas. Te tiene que gustar, pero aun así, el establecimiento es de lo más original, con carácter y sobre todo acogedor.
Lo mejor llega recorriendo los rincones situados detrás de la recepción: un pasillo entero está decorado con pinturas que representan una fiesta (griega) con buena comida y buen vino. No se han olvidado ni siquiera de los falsos racimos de uvas. El techo es un gigantesco panel de vidrieras decoradas e iluminadas. A las habitaciones se llega por muchos escalones, mejor estar habituado al ejercicio, y además la penumbra reina en las zonas comunes. Hay un bar en la planta baja, dentro de la sala del desayuno.