Las habitaciones y las suites, aunque se hayan individualizado, comparten un estilo común obra de un artista de San Martín: paredes y muebles de madera pintada en colores cálidos, sólidos sillones de bambú, visillos y suelos ocre. Una residencia caribeña con toques de chalet austriaco. Las dependencias cuentan con una pequeña cocina americana (con placas eléctricas, frigorífico, cafetera y tostador de pan); por su parte, las suites poseen una auténtica cocina ?con un gran frigorífico y un horno eléctrico? y un salón. Los cómodos y cálidos baños (suelos color crudo y paredes ocre), integran una gran ducha (10 suites tienen bañera), un secador y un buen surtido de productos de bienvenida. Aire acondicionado y ventilador, televisión ?con 14 cadenas? y caja fuerte. Es una pena que la terraza no sea demasiado grande ni esté amueblada.

El hotel está integrado por 17 villas, cada una de las cuales alberga tres estancias: dos habitaciones (45 m²) y una suite (110 m²). Ocultas por una exuberante vegetación alegre y ordenada (palmeras, plátanos, buganvillas e hibiscos), con sus paredes de color naranja, rosa o azul pálido y sus tejados de tablillas, forman una especie de residencia de estilo criollo. Más abajo, la cabaña principal acoge el restaurante y el bar que comunica con la modesta piscina. El mobiliario de estilo balinés, los tonos pastel y la madera oscura ?omnipresente, desde la terraza hasta el revestimiento de los techos? se aseguran de que el ambiente sea cálido y agradable. A la llegada, un cochecito de golf acompaña a los huéspedes hasta sus habitaciones.

Escondido tras sus celosías y sus flotantes y coloridas telas, el Café Plantation sirve la cena a la luz de las velas, envuelto por una fragancia de especias. Su cocina es imaginativa, por no decir atrevida, como demuestran entradas como su tarta al camembert con almendras o platos principales como el brazuelo de cordero con queso de cabra regado con salsa de anís. Otros aromas del gusto del chef son el azafrán, el curry y la lavanda. Para el postre, se recomienda la delicada tarta tatin de mangos. Una buena bodega, no demasiado cara para los precios de la isla (por ejemplo, Saint-Estèphe de 1996) completa la oferta. Para el almuerzo, las opciones son más frugales: sándwiches y ensaladas, para picar. Una vez a la semana hay música en directo.

Para llegar andando hasta la playa de Baie Orientale, situada más abajo, se necesitan diez minutos largos. Es la playa de mayor longitud y ambiente de San Martín. Sus más de 2,5 km de cálida y fina arena serán del agrado de todos, desde las familias, pasando por los deportistas, sin olvidar a los más modernos o incluso a los nudistas, para los que se reserva la zona más al sur. Sin duda se trata también de la mejor equipada de la isla, con varias bases náuticas ?con motos acuáticas y parascending?, zonas de masaje y un club de windsurf. La Plantation ha tenido el acierto de firmar un acuerdo con este club y con los cinco restaurantes de "divertidos" nombres de la playa (el Bikini, el Waikiki, el Kakao, el Kontiki y el Coco Beach), por lo que no es necesario pagar el alquiler del material ni la cuenta después de las comidas. La Plantation se ocupa de englobarlos en el precio total de la estancia. Para mayor comodidad, estos bares proporcionan tumbonas y sombrillas a los huéspedes.

El hotel cierra del 31 de agosto al 15 de octubre.
Puesto que las villas se sitúan en la ladera de la colina, quizás no sea la mejor opción para los minusválidos.
Es aconsejable contar con un coche.
La nota de la playa no se ha tomado en cuenta para el cálculo de la nota global del hotel. La Plantation no es un hotel al borde del mar con playa propia.