No hay ninguna duda, el Sur posee la costa más salvaje y más montañosa, pero sobre todo la mejor conservada de toda la isla. Afortunadamente, aquí todavía subsiste una autenticidad real. El relieve culmina en lo alto de Le Morne, famosa montaña con un pasado trágico. Cuenta la leyenda que habría sido un lugar de suicidio para los esclavos durante el período colonial. Desde 2008, Le Morne forma parte del patrimonio mundial de la Unesco. En cuanto al clima, si el lugar posee una vegetación tan exuberante es fundamentalmente por las precipitaciones, más frecuentes que en el norte. Las playas, mucho más salvajes, no son las que están mejor adaptadas para el baño. Si tienes los pies sensibles, lo mejor es que lleves calzado porque hay muchas rocas. Coge unas gafas y un tubo y disfruta observando las múltiples especies submarinas. Aquí también, los hoteles se instalaron a lo largo de las orillas más agradables, pero no existen playas largas y anchas. En cuanto a los deportistas, se concentran en Le Morne, el punto más famoso de la isla para los especialistas del windsurf y del kitesurf. En cambio, los novatos se suelen dirigir a Prairie y Baie du Cap, dos lugares más accesibles para los principiantes.