Bari, situada ante el Adriático, ha sido desde tiempos inmemoriales una encrucijada de pueblos y culturas, algunos de los cuales la han conquistado, habitado o simplemente han estado de paso antes de volver a partir hacia puertos lejanos. En la actualidad, la ciudad conserva el carácter abierto de las ciudades costeras, a la vez que se aferra a la oscuridad de sus dialectos vernáculos.
Sus orígenes se pierden entre los misterios de la arqueología y la fantasía de la mitología. Sin embargo, está claro que Bari conoció diferentes etapas de esplendor, durante el período de la Magna Grecia y la Antigua Roma, y vio desfilar, siglo tras siglo, a los sarracenos, los bizantinos, los normandos, los suabios, los angevinos y los aragoneses; cada uno de los cuales dejó su huella cultual.
En el corazón de las minúsculas calles de la «Bari Vecchia» (la ciudad vieja de Bari) descubrimos todo el encanto de la ciudad y su maravillosa riqueza. Curiosamente poco frecuentado por los turistas, el centro histórico es un laberinto de callejuelas repleto de pequeñas iglesias y monumentos, protegidos por el sorprendente y tenaz sentimiento religioso de un barrio popular. Aunque los coches no pueden circular por esas calles estrechas, las motos sí pueden hacerlo, por lo que resulta frecuente verlas sortear a niños que regresan a sus casas con un balón bajo el brazo o a personas mayores sentadas ante sus hogares y que conversan en su dialecto tan oscuro como hermoso.
En esta ciudad de más de 320 000 habitantes, los lugares que merecen realmente la pena no abundan, y menos ahora, que se han visto recubiertos por una capa de edificios construidos durante las últimas décadas y sin ningún tipo de interés histórico. Sin embargo, basta con dirigirse hacia el mar para dar un agradable paseo por el barrio del siglo XIX, en el que se encuentran el teatro Petruzzelli (recientemente restaurado), el palacio de la Prefectura y el teatro Piccinni.
Si no, también puedes salir de la ciudad y visitar Alberobello, una pequeña localidad famosa por sus trulli (viviendas típicas), que podrás visitar en una excursión de un día, ya que se encuentra a tan solo una hora de Bari. No muy lejos, en la costa que sube hacia el norte, te recomendamos que visites Trani. Para disfrutar de la playa, lo mejor es que te dirijas a los pequeños pueblos de la provincia, cuyas costas de arena y bien acondicionadas harán las delicias de las familias.
Monumentos que no te puedes perder:
La basílica de San Nicolás, en pleno corazón de la Bari Vecchia, se esconde entre la maraña de callejuelas, entre el mar y la viveza de un barrio popular. Aunque sabrás que te estás acercando cuando empieces a ver emerger todas las tiendas de recuerdos, alineadas una tras otra. La historia de esta iglesia está ligada a la de un grupo de pescadores que viajaron hasta Myra (en la actual Turquía) a principios del siglo XI para robar las reliquias del santo y llevarlas a Bari. Estas se conservaron en un principio en otra iglesia, a la espera de poder ofrecerle un hogar digno, mientras que la construcción de la basílica se inició en 1087, en el lugar que antes ocupaba el Catapanato. En la actualidad, la iglesia que los habitantes de la región conocen como «San Nicola» es el destino de peregrinaje favorito de católicos y ortodoxos.
El castillo normando-suabio, se remonta al siglo XII y es un imponente edificio que se erige en la frontera de la ciudad antigua, prácticamente delante del mar. Este castillo, construido sobre las ruinas de un antiguo castrum romano, vivió sus días de gloria durante la dominación normanda. A continuación fue reconstruido por Federico II, y finalmente se restauró durante la época angevina.
Aún no hay metro en Bari y es bastante difícil encontrar aparcamiento.
Bari Vecchia es tan bella como temida, por lo menos según lo que cuentan sus habitantes, por lo que te desaconsejamos que te aventures solo por las pequeñas callejuelas del barrio.
Rica en sabores del mar y de la tierra, preparada por las hábiles manos de los cocineros locales, y, sobre todo, gracias a la devoción y al amor de las mujeres de la región, la cocina de Apulia brilla en todos los ámbitos. Entre las recetas típicas, destacan las orecchiette (hechas rigurosamente a mano) con hojas de nabo, o con tomate y cacioricotta. Basta con pasear por las calles de Bari Vecchia para encontrar a una mujer dispuesta a dejarte probar su cocina con el objetivo de venderte de forma informal una excelente pasta casera. Es obligatorio probar la mozarela, o, mejor aún, la «burrata», realmente deliciosa.
Además de las verduras aderezadas con aceite de Apulia, otra de las especialidades es el pescado. Aquí tienes un establecimiento único y de paso obligado cuando visitas Bari: «Il Pescatore», un restaurante de pescado situado justo al lado del castillo. En una atmósfera relativamente informal, podrás saborear abundantes platos de pescado fresco y maravillosamente preparado, a un precio muy conveniente teniendo en cuenta la calidad que se ofrece.
Taralli, aceite, limoncello, pasta fresca casera, conservas, cacioricotta... Si quieres llevar un producto auténticamente típico de Apulia, ¡céntrate en la comida!