Aunque la Cerdeña no supera los 1.400 mts. en su punto álgido, ofrece paisajes contrastados que huelen a monte bajo y matorral. Conservando su carácter rural, el interior de la isla es una ocasión perfecta de hospedarse en granjas-hostales y de degustar los productos tradicionales, los embutidos, los quesos y las carnes asadas al alfiler.
Las costas son una de las primeras razones para acercarse a la Cerdeña. Punto de origen del turismo sardo de los años 60, la Costa esmeralda ido volviéndose menos VIP con el tiempo, pero sus calas rodeadas de agua limpia siguen siendo aún muy acogedoras. No obstante, para percibir la cara auténtica de la isla, hay que ir a la costa oeste?menos rica en playas, tiene todo su encanto en los paisajes dominados por espectaculares acantilados.
La flora es la típica de la vegetación mediterránea, formando una alfombra densa y olorosa que protege la fauna variada. Isla verde, la Cerdeña es aún una tierra donde se practica la ganadería. De pequeña magnitud, las explotaciones proveen de carnes y quesos, aromas que se suman a los olores exquisitos de matorral.
Como en muchas otras islas, Cerdeña ha sabido conservar sus tradiciones.
De hecho, los monumentos más característicos de la isla están en el corazón de la madre Naturaleza, como si fuera una especie de búsqueda del tesoro que finalmente te revela el secreto de sus recorridos nurágicos.