La magia de Rávena reside en los restos de su pasado antiguo, cuando fue punto de encuentro entre Oriente y Occidente, en el esplendor bizantino que todavía reina en estos lugares. La belleza de los mosaicos, por los que esta ciudad es conocida en todo el mundo, se debe a su particular realización. No están hechos a partir de teselas todas iguales, sino de formas y materiales diferentes, de oro y de madreperla, tienen una superficie irregular en la cual se refleja la luz a ritmos sorprendentes, que fascinan al espectador. El mosaico más simbólico puede ser la representación de Teodoro junto al emperador y a la corte. Para verlo deberás detenerte en la basílica de San Vital. Cerca de allí, San Apolinar el Nuevo y el mausoleo de Galla Placidia conservan decorados dignos de una visita. Pero Rávena no es sólo ciudad de arte. Sus 35 kilómetros de playas la convierten en un destino también para el turismo de veraneo.