Con sus largas avenidas flanqueadas por lujosas casas de piedra, sus coches de gama alta, sus intercambiadores y su Downtown (ciudad baja) como sacada de una ciudad americana, la capital del reino hachemita, Ammán, es una ciudad decididamente occidentalizada llena de motivos para la sorpresa. Tan sólo el zoco nos recuerda que estamos en Oriente. Uno de cada tres jordanos vive en esta ciudad tentacular que acoge, además, a numerosos refugiados palestinos. La antigua Filadelfia ha conservado algunos monumentos de época romana. Pero Ammán es, sobre todo, el punto de partida obligado para recorrer los alrededores: Jerash, los "castillos del desierto" y el Mar Muerto se sitúan a menos de dos horas. La ciudad baja se sitúa al pie de la colina de la ciudadela (Jebel el Qala'a). El teatro romano (siglo II) está muy bien restaurado; se encuentra adosado a la colina y podía acoger a unos 6.000 espectadores. Aquí se encuentra el antiguo foro, una amplia plaza pública rodeada de galerías cubiertas, en donde aún puede verse el pequeño hemiciclo del odeón. También podremos visitar el barrio de los zocos, en torno a la mezquita King Hussein (abiertos incluso el viernes). Allí es posible comprar especias y oro. La ciudadela, construida sobre un promontorio rocoso, ofrece una hermosa vista de Ammán y las diecinueve colinas que la rodean. De esta ciudadela no quedan más que algunos vestigios de las murallas del recinto romano. Hay que visitar también el enorme podio del templo de Hércules, que era el monumento más importante de la acrópolis. El Qasr es una sala monumental de forma cruciforme, con decoración floral y geométrica elaborada que subsiste y que formaba parte del complejo palaciego de época omeya (siglo VIII). En la ciudad moderna, hay que ir a ver la Mezquita Nueva del rey Abdallah, un bello ejemplo de arte islámico contemporáneo, reconocible por su cúpula azul y su impresionante torre de amonita que data de la... segunda edad de Hierro.