El contraste entre tierra y mar le da un fabuloso encanto al archipiélago de Malta. Éste consta de cinco islas: Malta, la más grande; el Gozo, el Comino, así como dos pequeñas islas desiertas (y protegidas), el Cominotto y el Filfla.
Las costas del archipiélago son muy variadas. Presentan escarpadas rocas entrecortadas que forman caletas, acantilados y playas de arena. No hagas ascos a esta última: te puedes bañar sin riesgos en estas playas, como si fueran unas piscinas naturales.
De la prehistoria en la época contemporánea, la cultura maltesa da testimonio de aportaciones variadas, provenientes de civilizaciones diversas que se sucedieron en aguas del mediterráneo. Vestigios megalíticos, monumentos barrocos y arquitectura militar son algunos de los rincones imprescindibles de visitar en la isla.
Vistas las limitadas medidas del archipiélago, las especies animales están limitadas en número. Las que abundan más son las aves y los peces.
Los monumentos, muy numerosos en el archipiélago maltés, incluyen edificios religiosos (se cuentan unas 350 iglesias, casi tantas como días tiene el año), antiguos fuertes defensivos (como el fuerte de San Ángel), palacios (el de los Grandes Maestros), o lugares para alojar a los viajeros transformados en ricas residencias (como el Albergue de Castilla).
Las tradiciones maltesas recogen varias épocas y son testigo de una presencia cultural variada en la isla. La orden de los caballeros de San Juan, siempre presente en Malta, forma parte de la herencia maltesa; la supervivencia de ciertas costumbres británicas (Malta fue colonia de Su Majestad durante 150 años) es otra parte de esta herencia.