Después de recorrer kilómetros y kilómetros de paisajes completamente desprovistos de vida, en medio de la nada surge una pequeña ciudad moderna: Ouarzazate. Construida en 1928 por los Franceses para albergar sus guarniciones, este oasis de color arena cuenta con un número cada vez más elevado de hoteles de lujo, la mayoría de los cuales respeta la arquitectura tradicional marroquí. Su nuevo aeropuerto internacional ha hecho posible que operen vuelos directos desde toda Europa, lo cual ha hecho que se multiplique la cantidad de visitantes. Pero Ouarzazate sigue siendo una ciudad para hacer escala más que un lugar de veraneo. Y es que su posición, en el cruce de los espléndidos valles del Drâa y del Dadès, la convierten en una puerta de entrada privilegiada hacia el Sahara y los oasis del sur.
La ciudad por ella misma presenta poco interés turístico, aparte de la alcazaba de Taourirt, su parte fortificada. Sin embargo, su artesanía especializada en el tejido de alfombras (denominadas del Alto Atlas), la confección de joyas o el modelado de cerámica y de alfarería es conocida en el mundo entero.
Por su luminosidad excepcional y sus decorados naturales impresionantes, el 7º arte también se ha apasionado por Ouarzazate. Películas como "Lawrence de Arabia" o "Gladiator" han plantado allí sus decorados y las reconstrucciones históricas para series o películas de televisión rodadas allí. De hecho, no es nada extraño cruzarse enfrente de la alcazaba de Taouirt con colas de figurantes deseosos de que los contraten para un próximo rodaje. Los estudios Atlas, situados en la entrada de la ciudad, se han convertido incluso en una visita turística (de pago) más.
En verano, descubrir Ouarzazate y sus alrededores puede ser dificultoso ya que en la zona se producen picos de temperatura que pueden superar los 45° C.
A tan sólo 30 km de la ciudad, el ksar d'Aït Benhaddou, una impresionante ciudadela de arena declarada patrimonio mundial por la Unesco, forma parte de las visitas ineludibles. Alquila un coche y recorre los valles del Dadés y del Draa. Visita también el oasis de Skoura.
Ouarzazate sigue siendo una ciudad para hacer escala más que un lugar de veraneo. Y es que su posición, en el cruce de los espléndidos valles del Drâa y del Dadès, la convierten en una puerta de entrada privilegiada hacia el Sahara y los oasis del sur. La ciudad por ella misma presenta poco interés turístico, a parte de la alcazaba de Taourirt, su parte fortificada.
Sobre todo, recuerda llevarte agua cuando salgas hacia los valles.
Evita la ropa demasiado extremada. Vigila a la hora de recoger con tu coche a personas que hagan autostop, ya que podría ser una estafa.
La cocina marroquí es excelente y ofrece distintos platos con sabores sutiles y variados. El cuscús sigue siendo sin duda el plato típicamente marroquí, pero también se pueden degustar los tajines de buey, de pollo, de cordero. La pastilla se come dulce o salada o una mezcla de ambas. Los brick o la chorba son entrantes apetitosos. Los pastelitos harán las maravillas de los más golosos. Y después de comer, pide un té a la menta.
Podrás traerte numerosos souvenirs. Joyas, objetos de hierro forjado, babuchas, túnicas, especias, objetos de cuero, alfombras... La artesanía marroquí es muy variada.