Al borde del Mediterráneo, entre Niza y la frontera italiana, se encuentra el segundo estado independiente más pequeño del mundo, después del Vaticano. Hablamos de Mónaco, que es de hecho una línea de tierra de 4100 metros de longitud donde el largo varia de 350 a 1050 metros, para una superficie total de 202 hectáreas (véase 2.02 km2).
Pese a sus dimensiones más que modestas, el Principado de Mónaco es conocido en el mundo entero, aunque un poco menos que el otro micro país, el Vaticano. Si hablamos de Mónaco, nos referimos a una ciudad-Estado puesto que la comuna que lleva el mismo nombre ocupa la misma superficie que el Estado.
Más o menos autónomo desde 1297, el principado de Mónaco se volvió una monarquía constitucional en 1911. En 1860, cuando el principado se puso bajo protección de Francia (sigue teniendo lugar), su superficie era de 23 km2. Cuando ese mismo año, Roquebrune y Menton que pertenecían por aquel entonces al principado, votaron su unión con Francia, el Principado se vió amputado de más de 90% del territorio y de sus ingresos relacionados a la agricultura.
Efectivamente, la llanura mentonnaise, constituía la parte más extensa y la más rica del principado gracias a la cultura de cítricos y olivos (aceite de oliva y limones de Menton), que alimentaban el comercio exterior.
Esta pérdida considerable de recursos fue el origen de la orientación económica del principado y de la imagen tan particular que se adjudica a partir de ese momento, porque para recuperarse, el príncipe Carlos II decide autorizar la creación de casas de juego y casinos en su territorio (lo que estaba prohibido en los países vecinos) desde 1856. La supresión de los impuestos personales, territoriales y mobiliarios por el mismo Charles III en 1869, transforma definitivamente este pequeño rincón en un verdadero paraíso fiscal que atrae a mucha gente. En ese momento nació lo que hoy conocemos como principado de Mónaco.
Con tanta clientela, hoteles y tiendas no tardaron mucho en salir a la superficie. Algunas décadas más tarde, el matrimonio entre Rainier III y Grace de Mónaco le aportó al principado todo un particular color de príncipes, princesas, lujo y riqueza.
El clima mediterráneo, la situación ideal y el encanto de la Côte d'Azur hacen del principado un destino muy apreciado por los turistas. Por supuesto, se trata de una clientela de lujo. Esto no impide a numerosos turistas de ir a pasar un día en esta ciudad-estado para sentirse como una verdadera estrella y alucinar con los yates alineados en el puerto.
Si has decidido gastar la fortuna ganada en el casino, ¡qué mejor sitio que Mónaco para hacerlo! Hay que reconocer que este destino no es nada barato. Encontramos desde escaparates de los grandes modistos y joyeros de Monte Carlo hasta las tiendas de souvenirs del casco antiguo; hay opción para todos los bolsillos. Los incondicionales de la familia principesca encontrarán una amplia gama de regalos con la efigie de los Grimaldi. Por lo general las tiendas abren de lunes a sábado de 9:00 a 19:00.
Resulta difícil elegir entre la comida gastronómica en el comedor tranquilo de un palacio y el pequeño restaurante sin pretensiones del casco antiguo. Por supuesto encontrarás una amplia muestra de lo mejor en materia de cocina francesa e internacional: cocina provenzal, restaurantes italianos, asiáticos... El pequeño Principado también puede enorgullecerse de algunas especialidades locales como la hogaza de Mónaco o los stocafi, un plato de pescado con patatas.
Las tradiciones no se toman a risa en Mónaco. La prueba es el Comité Nacional de las Tradiciones Monegascas que se fundó en 1924. Creado por mujeres de mucha edad, este comité tiene como objetivo mantener las tradiciones civiles y religiosas y conservar y promover su lengua, conservas obras, documentos y objetos pertenecientes al patrimonio histórico y cultural, preservar los lugares y monumentos y conservar los principios de ayuda, unión, hospitalidad y honor.
Entre los eventos tradicionales que se desarrollan en el Principado, podemos resaltar la Fiesta del Príncipe, que es el 19 de noviembre y es la fiesta nacional de Mónaco.
Cada año, el comité de las Fiestas organiza la Saint-Roman desde 1543. Festividades religiosas y populares tienen lugar en el mes de julio y en el día del patrón, el 9 de agosto- Ese día, una gran misa es celebrada en la Catedral de Saint-Roman.
Si estáis en Mónaco durante Navidad, veréis en las pastelerías Pan de Natale. Es un pan gordo en el que nueces forman una cruz latina y donde se pone un ramo de olivo, una muy antigua tradición que el comité ha vuelto a poner en marcha.
Si vienes en coche, más vale que lo dejes en el aparcamiento nada más llegar al Principado. Las zonas peatonales y los atascos pueden ser un verdadero quebradero de cabeza. Lo mejor es utilizar las líneas de autobuses y los ascensores que llevan a la parte alta de Mónaco. Los alojamientos económicos in situ escasean, así que es recomendable buscar uno a las afueras de Mónaco, en Menton por ejemplo.
Lo mejor es evitar los meses de julio y agosto, debido a la gran afluencia turística en esta época. Una visita entre marzo y junio o entre septiembre y noviembre te hará evitar los atascos a la entrada del Principado.
La vida en las calles es un espectáculo en si misma y ocupará parte del día de los turistas. Evidentemente, el Palacio de Mónaco, la residencia oficial del príncipe de Mónaco desde 1297 es el primer lugar que hay que visitar. También situado en el peñasco, el museo oceanográfico de Mónaco no hay que perdérselo. Es el único edificio del peñasco que se encuentra al lado del acantilado y que baja hasta el mar 85 metros más abajo. Fundado en 1889 por el príncipe Alberto I, el Museo Oceanográfico de Mónaco está compuesto de 90 estanques y de una colección de más de 350 especies (representando más o menos 6000 especímenes).