A pesar de las múltiples restricciones especificadas por el Ministerio de Asuntos Extranjeros a la hora de moverse por las zonas tribales ubicada en la frontera con Afganistán y la zona de Beluchistán, entre otros territorios, Pakistán ofrece diversas regiones cargadas de preciosos atractivos mucho más accesibles para los turistas extranjeros, como los imponentes paisajes que caracterizan el valle del Indo en Gandhara o los pintorescos pueblos de la etnia de los Kalash o Kalasha.
En el norte del país se encuentra el gigantesco monte K2, el segundo pico más alto del mundo. Cerca de un tercio del país se encuentra recubierto por los cultivos que se extienden a lo largo del valle de Indo, en donde la mayor parte de la población de Pakistán, mientas que el resto se encuentra dividido entre los macizos montañosos y los desiertos que aglutina su territorio. De fauna muy variada, los osos y los chacales son algunos de los más destacados habitantes de las zonas montañosas, mientras que los tiburones y tortugas pueblan las aguas del Mar de Omán que baña las costas del país.
La historia de este país asiático es realmente rica, al haber conocido las influencias de la cultura griega y budista. De hecho, este fue uno de los territorios en los que se desarrollarían dos de las religiones más practicadas en el mundo: el hinduismo y el budismo. De culto mayoritariamente musulmán, el país cuenta con casi 7 millones de fieles hinduistas y 3 millones de cristianos.
En la capital, Islamabad, encontramos buenas agencias especializadas en trekking, algunas de ellas destinadas a quienes quieran iniciarse en la materia. Los precios son en su conjunto notablemente más caros que en Nepal, pero la belleza de los paisajes es realmente única. Algunos de los destinos más populares para realizar una excursión son el macizo de Nanga Parbat, o para los más aventureros, las tierras de la región de Gilgit-Baltistán (antiguas Áreas del Norte). Una de las únicas tribus no musulmanas que habitan en el país se encuentra en el territorio Kalash, al sur de Chitral. Al norte de Peshawar, ciudad animada por mercados y carretas tiradas por caballos, encontramos el magnífico valle de Swat y toda la increíble región de Chitral.
La ciudad de Karachi, al sur, es la más importante de Pakistán a pesar de no ser su capital. En esta urbe se encuentra el célebre mausoleo de Quaid-i-Azam que protege el cuerpo del difunto Ali Jinnah, fundador de Pakistán, y la gran mezquita Masjid-i-Tuba, con su inmenso techo blanco. En los mercados del barrio de Saddar pueden encontrarse una casi ilimitada cantidad de objetos artesanales originarios de todas las partes del país. Lahore está situada cerca de la frontera con India, es la ciudad más visitada del país. Capital de provincia de Pendjab, está compuesta por una multitud de barrios animados de todo tipo de ambientes. La región es una de las más seguras de Pakistán. Desde la simpática ciudad de Bahawalpur, es posible llegar a Cholistán, desierto poblado por tribus nómadas o al parque nacional de Lal Suhanra.
Un viaje a Pakistán representa ciertos riesgos, pero no deja de ser un país increíble. Pakistán esconde numerosos tesoros históricos inscritos al Patrimonio Mundial de la Unesco, empezando por el fuerte y los jardines de Shalimar en Lahore. Herencia de la civilización mongola, los edificios en mármol están ornados de oro y de mosaicos, y los jardines de las tres terrazas ofrecen un increíble espectáculo al visitante. Bam, la ciudad fortificada del desierto, era una construcción fabulosa realizada enteramente a partir de arcilla. Fue desgraciadamente destruida en gran parte por un terremoto en 2003. Por el otro lado, las ruinas arqueológicas de Mohenjo Daro en el valle de Indo, construidas con el mismo material, permiten hacernos una idea de la imponente grandeza de las ciudades en aquellos tiempos. La montaña sagrada de Sulaiman-Too acoge lugares de culto y cuevas con pintadas rupestres representando humanos, animales y formas geométricas.
Pese a los diferentes conflictos que sufre el país, los pakistanís son un pueblo muy caluroso y acogedor si respetamos sus costumbres. Las mujeres invitadas a cenar podrán asistir a las preparaciones culinarias y a la vida cotidiana de las pakistaníes, mientras que los viajeros se quedarán con los hombres en las otras partes de la casa. En efecto, la separación entre sexos sigue siendo muy marcada en este país que fue el primer país musulmán dirigido por una mujer, Benazir Bhutto.
En otro dominio, el visitante se verá sorprendido por las innumerables pinturas multicolores que decoran los vehículos y los transforman en verdaderas obras de arte ambulantes. A ello se le añaden amuletos, campanas, cadenas e imágenes religiosas, situadas para espantar al mal de ojo. Las ceremonias de los grandes peregrinajes en los santuarios, como en Sehwan Sharif, están acompañadas por danzas espectaculares. Para los Kalashs, las tribus animistas del Hindu Kush, las fiestas acompañadas de música y danza son muy celebradas en las primeras etapas del calendario agrícola y a la hora de los nacimientos, bodas o funerales.
Los puestos de los bazares de Lahore, de Peshawar, de Karachi y de Rawalpindi son el mejor lugar para hacer las compras. Puedes encontrar una gran variedad de productos artesanales: objetos de madera esculpida, tapices de lana tejidos a mano, bolsos, zapatos y sandalias de cuero, bordados adornados con pequeños espejos, sedas y tejidos de Boukhara, chales de Cachemira, saris, cerámicas, artículos de cuero o plata, pulseras y joyas antiguas, caftanes de lana, piedras semipreciosas (lapislázuli).
El regateo forma parte de los rituales ineludibles.
Las tiendas abren normalmente de 09:00 a 19:00 con algunas interrupciones para comer cuando hace más calor. Cierran el viernes.
La cocina pakistaní es muy similar a la india, con un variante musulmán bautizado ?cocina mogola?, influenciada por las tradiciones árabes, turcas y persas, que encontramos sobre todo en Lahore. Los platos están menos especiados que en la cocina india, pero también se utiliza mucho cardamomo, sésamo y yogurt para neutralizar el picante de las especias.
La mayoría de los menús ofrecen una elección de carnes acompañadas por salsas especiadas (masala), cocidas en ragout (bhuna gost), al horno (tandoori), maceradas con yogurt (korma) o en brochetas (kebab). Le saag gosht es ternera con curry y espinacas. El biryani y pilao son platos de arroz que acompañan bien carne o bien pescado. La mayoría de los platos se sirven con lentejas (dhal), o raita (salsa de yogurt) y galletas de trigo (chapati, paratha o naan).
Entre los postres, podemos degustar las halvas, dulces hechos a base de nueces y caramelo con almendras o pistachos o el shahi tura, una crema de pistachos y almendras. La comida estará acompañada de lassi, yogurt líquido helado o de té negro (chai), mezclado con leche, azúcar y especias. Las bebidas alcoholizadas sólo se sirven en los grandes hoteles para los extranjeros.
El críquet y el polo, herederos de la colonización británica, son deportes nacionales que levantan verdaderas pasiones. Todos los años tienen lugar competiciones. Durante los grandes torneos, en los espacios públicos, puedes observar a la gente con las radios portátiles pegadas a la oreja o engachada al televisor.
En Gilgit o en Chitral, puedes intentar asistir a una partida de polo, en la que los formidables caballos levantan nubes de polvo. En cuanto a las prendas, la mayoría de los hombres, con turbantes y larga barba, viste el tradicional "salwar kamiz", una larga camisa que cae sobre un ancho pantalón.
En las tribus pashtunes, muchos llevan una increíble colección de brillantes diamantes en los dedos. Sus ojos perfilados con khôl podrían darles un aire casi femenino, si no fuera por los puñales y kalachnikovs que llevan como signo de virilidad guerrera.
Los pashtunes de la frontera noroeste, que obedecen a sus propias costumbres, suelen resolver sus diferencias con sangre y practican la ley del talión sin piedad. A menudo, las venganzas suelen originarse por una mujer. Veladas desde la cabeza a los pies, éstas deben obedecer el purdah, es decir, deben sumisión absoluta a los hombres del clan familiar.
Aunque Pakistán puede alardear de haber sido el primer país dirigido por una mujer, Benazir Bhutto, la segregación de sexos sigue estando omnipresente.
Por otro lado, el visitante quedará asombrado por las innumerosas pinturas inocentes y multicolores que adornan los vehículos y los transforman en increíbles obras de arte ambulantes. Además, se suman, en los habitáculos, retahílas de amuletos, campanitas, cadenas e imágenes piadosas, que se supone que alejan el mal de ojo. Los pakistaníes son supersticiosos y practican una forma popular del islam, a través del sufismo y el culto a los santos.
Las ceremonias durante las grandes peregrinaciones a los santuarios, como Sehwan Sharif, se acompañan con danzas y mortificaciones espectaculares.
Los kalashs, tribus animistas del Hindu Kush, celebran fiestas acompañadas de música y danza durante las principales etapas del calendario agrícola y durante los nacimientos, las bodas y los funerales.
Puesto que Pakistán es un país muy estricto, los visitantes, sobre todo las mujeres, no deben llevar ropas ligeras que puedan considerarse provocativas, ni beber, ni comer, ni fumar en público durante el Ramadán.
El riesgo de ataque terrorista sigue siendo muy elevado, por lo que el Ministerio de Asuntos Exteriores no recomienda viajar a este país. Si vais a visitar Pakistán, se recomienda no desplazarse fuera de Islamabad, Karachi o Lahore.
Antes de fotografiar a alguien procura pedir siempre su autorización. Nunca debes tomar fotos de edificios militares o administrativos.
Desde la apertura de la Karakorum Highway (carretera) que une Gilgit con la ciudad china de Taxkorgan, el norte de Pakistán se ha convertido en un lugar bastante apreciado para llevar a cabo diferentes excursiones. Algunos viajeros programan viajes de trekking en los altos valles de Karakorum, sobre el glaciar de Baltoro o el campo de base de K2, así como los circuitos del antiguo itinerario de la ruta de la seda, incluyendo Uzbekistán, Kirguistán, Tayikistán y el Noroeste de China. Otros proponen explorar el valle de Chitral y el territorio Kalash o incluso el valle del Indo para seguir las pistas del tesoro de Gandhara. El viajero con ganas de hacer trekking deberá pasar por una agencia, ya que es un poco complicado organizar un recorrido en esos lugares. Algunas zonas montañosas sólo son accesibles con un permiso.
Pakistán es un país musulmán de corte bastante conservador. Los visitantes y especialmente las mujeres, deben abstenerse de ropa ligeras que puedan ser consideradas provocativas. Optad por vestidos largos que cubran el cuerpo. Abstenerse también de beber, comer y fumar en público durante el ramadán antes de que caiga el sol.
Herencia de la colonización británica, el cricket y el polo son dos de los deportes nacionales más populares que cuentan con un amplio número de seguidores. Las competiciones de ambas disciplinas tienen lugar a lo largo de todo el año y durante los grandes torneos, es habitual comprobar que la mayoría de la población mantiene una oreja pegada a la radio o al televisor. En Gilgit o Chitral, intentad asistir a un partido de polo. Todo un espectáculo.
En cuanto al vestuario, la mayoría de los hombres, con turbantes y largas barbas van vestidos con un tradicional Salwar Kameez, una camisa larga que cae sobre un pantalón bombacho. No dudéis en compraros la vestimenta una vez allí para lucir el mismo estilo que los locales (este tipo de vestimenta también es para las mujeres). En las tribus pathans, muchos llevan una increíble colección de anillos en los dedos que junto a los fusiles Kalashnikov son utilizados como símbolo de virilidad guerrera.
El pueblo Pathan de la frontera del noroeste, que obedece a sus propias reglas, tiene la costumbre de arreglar sus problemas mediante la sangre. Las mujeres están generalmente en el origen de las venganzas. Tapadas de los pies a la cabeza, obedecen al purdah, deben sumisión absoluta a los hombres del clan familiar.