Los pueblos de la isla son, con mucho, preferibles a la capital. Gros-Ilet es uno de ellos, con sus casas de madera, su atmósfera indolente típicamente antillana, sus pescadores y sus jump out o fiestas callejeras que se improvisan cada viernes por la noche. Incluso algunos habitantes de Martinica vienen hasta aquí para participar en el jolgorio popular.