Chiang Rai

A unos kilómetros al norte se encuentra Myanmar y sus facetas de claroscuro. En el oeste, las montañas y la jungla con sus colores brillantes y un mundo de naturaleza por descubrir. En línea recta, el Triángulo de Oro, un territorio que desgraciadamente es conocido por el cultivo de adormidera y el tráfico de opio, pero con un nombre evocador en el cruce de tres países: Laos, Tailandia y Myanmar.

Aquí se encuentra Chiang Rai, una ciudad menos importante que Chiang Mai y muy alejada del controvertido cúmulo de modernidad y pobreza rural de Bangkok, pero con un ambiente tranquilo, casi provincial, que seducirá al viajero nada más llegar.

El río Kok cruza esta ciudad del extremo norte del país que tiene su origen en el período pre-tailandés, cuando la ciudad fue fundada en 1262 por el rey Mengrai. Aunque fue la primera capital del reino de Lanna, fue superada por Chiang Mai. De su fastuosidad de antaño solo quedan algunos templos, como el Wat Phra Sing en la calle Singhakhlai o el Wat Phra Kae, en estilo Lanna tardío, con una estatua de buda de bronce. Por último, en la carretera que lleva a Mae Chae, verás el monumento del rey Mengrai, una parada imprescindible, según algunos habitantes, para todos los turistas que comienzan su periplo.

No te puedes perder el mercado nocturno (hasta las 23:00 h aproximadamente). Los puestos se colocan en dos o tres callejuelas y muestran los objetos artesanales que realizan las tribus que vienen a vender sus productos: cajas, camisas, chaquetas, así como pulseras y bolsos. Suele haber productos de la tribu tibetano-birmana de los Akha.

De hecho, los alrededores de Chiang Rai están dominados por una montaña de 1.500 metros de altitud, en cuya cima se ubica el reino de las tribus. Akha, Lisu, Karen, Lahu, Mnon: Cada grupo étnico habla un dialecto propio. Podrás recorrer a pie, guiándote por los caminos de senderismo, numerosos pueblos con tradiciones vivas. Además, en la montaña Doi Tung verás el jardín botánico de Mae Fa Luang, un proyecto real iniciado por la reina madre. En él se cultivan diferentes especies de plantas y flores, así como campos de arábica, en los que trabajan los miembros de las tribus, que tratan de trabajar de manera solidaria con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida.