Los mahdianos dicen que sus playas son las más bellas de Túnez. En cualquier caso, son de las menos concurridas. Arena de color de la harina, agua de color turquesa, no hay algas indeseables y sopla una brisa que en verano es agradablemente refrescante. Una ventaja nada desdeñable, aún más cuando Mahdia también tiene la ventaja de no estar demasiado desarrollada turísticamente hablando. Los hoteles - una veintena - se concentran en el exterior de la ciudad, a lo largo de la playa que se extiende en una franja de varios kilómetros.
Otra cosa buena de Mahdia: el aspecto "fotogénico" de su cara (el centro con pequeñas plazas a la sombra de los árboles) y su cruz (su café a lo largo de la cornisa que recuerda al de Sidi Bou Said, sus viejas fachadas en el frente marítimo, su cementerio marino, sus ruinas antiguas).
En este lugar se puede pasar fácilmente una semana (sin alquilar coche), paseando tranquilamente por la playa hasta llegar a la ciudad (de 20 a 45 min a pie según la localización de los hoteles), o tomando un taxi (2 a 3 dinares la carrera). Dirección al café Sidi Salem (carretera de la Falaise) para los hedonistas y los contemplativos: allí se pueden pasar varias horas sin mirar el reloj sentados en una de las terrazas en escalera que parecen suspendidas sobre el Mediterráneo.
Una cura de talasoterapia. Con una estancia en el Thalassa Mahdia o en el Vincci Nour Palace, ambos disponen de un centro de talasoterapia. Es preferible esta opción, ya que permite conseguir unos precios más interesantes (comprando a la vez la cura y la estancia en el hotel). Los centros de talasoterapia, gestionados independientemente del hotel, también admiten a clientes externos. Se realizan tratamientos a la carta o un paquete de demostración.
Borj El Kébir, a lo largo de la carretera de la Falaise. Vistas impresionantes de la medina por un lado y del golfo de Mahdia por el otro. También hay que visitar el casco antiguo pasando por el zoco cubierto (donde se exponen trajes de novia tradicionales), la plaza del Cairo, el mercado que da al puerto. Se termina por el cementerio marino y las ruinas de la ciudad antigua, al lado de Borj El Kébir. La disposición del núcleo antiguo recuerda un poco a Cartago, pero las ruinas son menos espectaculares.
Los amantes de la arqueología no se deben perder la visita al coliseo de El Jem (a 1 hora de carretera de Mahdia). Es el más grande del mundo después del de Roma. Debes saber que el precio de la entrada (6 dinares) incluye el acceso al museo arqueológico (a 700 m del coliseo, donde se extendía una parte del núcleo antiguo). No olvides ir a dar una vuelta: verás la villa África, con mosaicos del siglo II.
Privarse del pescado con el pretexto de que no nos gusta. En Mahdia, el pescado fresco (echa un vistazo en el mercado) es realmente bueno. Doradas, salmonetes, caballas, sardinas... Pruébalo a la plancha con una rodaja de limón, en sopa o en cuscús. Evita también la estancia balnearia en Mahdia antes de junio o después de septiembre: con el viento, no hará el calor suficiente para poder estar en la playa.
Cuscús (de pollo o de cordero). Cada vez se puede encontrar más en los bufés de los grandes hoteles (ofrecido como especialidad o en las veladas tunecinas). Prueba también el resto de recetas del país: dedos de Fatma (hojaldre relleno de pechuga de pollo, patata y alcaparras), tajine (tortilla de carne y patatas), brick (triángulo de pasta relleno de atún y huevo pasado por agua).
Alfarería, tapices mergoum (del tamaño de alfombras de cama), especias, dátiles, acuarelas y esculturas de madera (se pueden descubrir en la pequeña galería de arte de la plaza del Cairo)... Si te quieres traer una chaqueta bordada, pruébatela primero (son pesadas de llevar) y comprueba los acabados. También se pueden encontrar joyas tradicionales de plata, pero en menor cantidad que en Marruecos.