Ya que aterrizamos en una ciudad tan palpitante merece la pena dedicarle tiempo al barrio de Temple Bar en donde podremos conectar con la cultura y por tanto con la música y la cerveza que han hecho famosa esta tierra. Conciertos en directo, artesanía, buenos restaurantes con los que sorprender a nuestro paladar serán algunas de las maravillas que nos llevaremos con nosotros.

Un lugar tan propio de Irlanda como sus historias son los acantilados de Moher. Con caídas de doscientos metros os acercarán a la magia irlandesa en la que la naturaleza siempre está presente. Es toda una experiencia pasear por la costa ya sea andando o en coche y descubrir en el silencio de las olas rompientes las leyendas más antiguas.

Dentro de la reserva de Wicklow se encuentran dos lagos en donde la naturaleza y la historia se dan la mano para dejarnos sin aliento. Podrás visitar los restos de una antigua abadía, descubrir un laberinto o colgar tu deseo de un árbol. En la zona hay un albergue, como opción económica o un estupendo bed and breakfast irlandés.

Conocer esta ciudad es conocer la actualidad y la transformación de la vida política de este país, visitando sus distintos barrios y lugares emblemáticos. Otra opción muy recomendable es acercarnos al impresionante museo del Titanic o profundizar en la magia de su geografía visitando la calzada del gigante, una formación geológica única.

Próxima a la ciudad de Cork, que muchos conocen por su Festival de Jazz Guinness, se encuentra esta ciudad, en donde podemos visitar su castillo, una fortaleza medieval a orillas del rio Martin y fundado en el siglo XIII. También es famosa la piedra de Blarney o piedra de la elocuencia, situada en lo alto de su torre.