Era una de las trece puertas de la desaparecida muralla de la ciudad vieja. Funcionó como polvorín, de ahí su nombre. Destaca por su fachada en color negro, adornada con efigies de reyes y santos patronos de Bohemia. Desde la última planta de esta torre gótica puede verse una estupenda panorámica de la plaza. Junto a ella se construyó la Casa Municipal, un edificio de marcado estilo modernista totalmente en contraste con la torre.

El Hrad, situado en la orilla occidental del río, sobre el barrio Malá Strana, es visible desde toda la ciudad. Es un complejo monumental formado por palacios, iglesias y conventos conectados por patios. En el Palacio Real destaca la sala Ladislao con su bóveda de nervaturas. La Catedral de San Vito, el callejón de Oro y los Jardines Reales también pertenecen al recinto.

No dejes de apuntarte a una ruta modernista. El art nouveau (secesión como se conoce en centro-europa) era típico a finales del siglo XIX. La ciudad nueva y el barrio judío de Praga reúnen gran cantidad de edificios, monumentos y detalles de este movimiento: el Hotel Europa, la Plaza Wenceslao...

Comunica la ciudad vieja con Malá Strana atravesando el Moldava. Fue construido entre 1357 y 1503 y tiene quinientos dieciséis metros de largo por diez de ancho. Soportado por dieciséis pilares, en su construcción se utilizó piedra arenisca. En los extremos tiene sendas torres de planta cuadrada con miradores en lo más alto; a lo largo, treinta estatuas barrocas decoran el puente.

Fue el primer palacio barroco de la urbe. Destacan su galería porticada de tres arcos y sus magníficos jardines con estatuas y fuentes. Sus impresionantes muros lo separan del exterior proporcionándole un ambiente de tranquila intimidad.