El minarete de esta mezquita domina la ciudad y puede servirte de punto de referencia para llegar hasta el centro histórico de la ciudad, pues se encuentra situado muy cerca de la emblemática plaza de Jamaa el Fna. La construcción de la mezquita terminó en el año 1158 y aunque no puedes visitarla por dentro no dudes en pasear por su entorno.

Es el lugar más conocido e importante de toda la ciudad. Forma parte del Patrimonio Intangible de la Humanidad y va transformándose a lo largo del día. Durante el día puedes ver adiestradores de serpientes y de monos, dentistas callejeros, malabaristas, mujeres dibujando henna... por la noche podrás disfrutar de espectáculos improvisados y de una cena.

Perderte por el laberinto de callejas que conforman el zoco es algo inevitable cuando visites una ciudad árabe. Disfruta de los colores y olores de los distintos y numerosos puestos que conforman este mercado en el que podrás comprar zapatos, ropa tradicional y moderna, comida, especias, collares y un sinfín de productos más.

Este palacio es una de las obras más importantes de la ciudad por su relevancia arquitectónica, aunque lo cierto es que muestra un aspecto algo desnudo pues toda su riqueza de alfombras, muebles y decoración fue saqueada a la muerte del visir. El palacio tiene 150 habitaciones y para disfrutarlo es aconsejable contratar un guía que cuente la historia del lugar.

Una Madraza es un colegio musulmán con estudios superiores y en la ciudad existieron varias, aunque actualmente están en desuso. La más bonita de la ciudad, y también una de las más grandes (llegó a acoger a 900 alumnos), es la de Ben Youssef. Durante tu visita disfruta del precioso patio central.