Suelen ser sublimes, sobre todo las que están situadas en el norte del país, en la región de Saná. Las montañas abruptas están esculpidas muchas veces para acoger cultivos en terrazas alrededor de pueblos colgantes. Se cultivan cereales, trigo, maíz y sorgo hasta 1.500 m de altitud. Por encima de esas altitudes, las montañas están pobladas de arbustos qat, que se cultivan con sumo cuidado. Debido a las ganancias diarias que generan este tipo de cultivos, los arbustos han destronado a las tradicionales plantaciones de cafetos. Fíjate en el tráfico de los Toyota y Land Rover que van a recoger la valiosa mercancía para bajarla hasta el mercado de la capital o de cualquier otra población. Los contrafuertes de las montañas son extremadamente áridos. Los pueblos de casas de adobe y techos llanos consiguen agarrarse bien a las laderas y vivir de la ganadería de ovejas y cabras. Algunos de esos pueblos están completamente desérticos y sólo se visitan en busca del pasado. A veces, un oasis aparece como una intensa mancha verde. El desierto es mágico y los beduinos reconvertidos a chóferes para turistas realizan carreras por el desierto.