Montpelier está bañada por 300 días de sol, una luz que atrae a miles de visitantes cada año. Como es propio de una ciudad de la región de Languedoc-Rosellón, los hoteles cohabitan de forma extraña entre las riquezas arquitectónicas del centro histórico y el urbanismo moderno de una ciudad que está en constante expansión. El laberinto de calles que serpentean por el barrio del escudo conecta lugares que engañan a la vista e iglesias encantadoras. En la mayoría de las zonas peatonales de Francia, los sonidos que llegas a los oídos de los que duermen no tienen que ver con el tráfico, pero sí se que pueden percibir las fiestas de los estudiantes, quienes monopolizan las terrazas tanto en invierno como en verano. Anidados en el hueco de los callejones peatonales, las casas de residencia, famosas por estar allí desde hace tiempo o completamente modernas y nuevas, dan la bienvenida a los viajeros en los antiguos hoteles de Montpelier, construidos en el siglo XVII para acoger a la alta burguesía. Muchos optan por un interior de diseño, pero todos han sabido respetar el encanto de antaño. Para una estancia romántica, es necesario reservar un hotel con encanto cerca del acueducto de los Aceaux y los jardines del Peyrou, un remanso de paz a los pies del casco antiguo.